Ahora se trata de Fran por Joan Carel

Cortesía FIC

Es difícil creer que una artista como Francisca Valenzuela aún no sea suficientemente conocida a nivel internacional, aunque ha colaborado en más de una ocasión con artistas consagrados. Yo la descubrí hace apenas tres meses en una conferencia sobre el Festival Internacional Cervantino siendo ella la portavoz de Ruidosa, plataforma multidisciplinaria de la cual es fundadora. Entonces supe que también era periodista, poeta, compositora, instrumentista y cantante. Comencé a escucharla, pues daría un concierto pronto y, entre la versatilidad de sus canciones, tanto en temas como en estilos y ritmos, me proclamé desde el primer día su admiradora.

Su trayectoria es impresionante. Como tal, su carrera musical comenzó en 2006. Su propuesta artística desde entonces la ha posicionado como la “princesa del rock chileno”. Basta ver una de sus dos presentaciones en Viña del mar para descubrir su personalidad sencilla, tierna y divertida, además de sorprenderse con la lírica de sus melodías, la contundencia de sus letras y su interpretación vigorosa; eso sin mencionar la seguridad que proyecta su alta figura y la elegancia de sus movimientos y sus rasgos. Además, con su discurso y con sus actos, participa activamente en el feminismo difundiendo el trabajo de otras mujeres y denunciando los problemas y dilemas que hoy en día enfrenta la mujer latinoamericana.

Aún no puedo concebir cómo el registro gratuito para ver a Francisca nunca llegó a agotarse y cómo, minutos antes de la presentación, la explanada donde caben miles de personas estaba a la mitad de su capacidad; quizá fue culpa del día (martes). Sin embargo, ella llegó esplendorosa en un traje de lycra negra ceñido y ataviado con pedrería dorada; llegó contenta y lista para entregarse en escena como siempre lo hace. Saludó, platicó, tomó té de manzanilla porque estaba enferma, bromeó sobre ello y compartió todos los claroscuros de su corazón agradecida por ser parte de este festival, conocer esta tierra y ganar en los asistentes nuevas amigas y amigos, “chiquillas y chiquillos”.

Con la compañía de una batería y un teclado, que a veces cambiaba por una guitarra o un bajo, la alegría fue el primer invitado. “¿Qué sería?”, “Tómame” y “Quiero verte más” fueron sus cartas de presentación. Luego, tomando su piano de cola, llegó la ternura de un buen amor con “Afortunada”, una de sus canciones más difundidas e inspiradoras. Siguió un nuevo tema, “Impostora”, con lo que se evidenció el compromiso de Francisca por visibilizar, a través de su música, las batallas internas que no le son únicas, aunque hable a partir de su perspectiva, como en esta canción que nació de la frustración y la rabia inherente al sentimiento de insuficiencia, o en “Ya no se trata de ti”, himno fundamental de su repertorio durante los últimos años, la cual interpretó un poco más tarde y que aborda la violencia psicológica presente en relaciones insanas (cuenta siempre, al presentarla, que surgió de su interior un día frente al piano y es para sí misma un regalo).

Es admirable de Fran –así la llaman sus seguidores en redes sociales y el grupo de fans al pie del escenario– cómo le basta plantarse ante su piano para crear ambientes con los que transmite emociones imponentes: la ensoñación de “Flotando”, la indignación de “Dulce”, el coraje valiente en la denuncia política de “Los poderosos”. 

Con un fondo absolutamente rojo y una voz llena de resignación, nostalgia y esperanza, presentó su más reciente lanzamiento, “Vida tan bonita”, homónimo de su álbum. Lo mismo ocurrió con otra composición un poco más antigua, “Catedral”. Después, la desinhibición del principio volvió rítmica y sensualmente a escena con “Dar y dar” y también la parodia de los roles machistas tan característica en sus primeros años con “Buen soldado”.

Bajo una sola luz y ante el piano, Fran interpretó “En mi memoria” con la misma sinceridad con que lo habría hecho una década atrás y se despidió, aunque aún había muchas otras canciones que merecían tener lugar en esta gala: “No te alcanzo”, “Castillo de cristal”, “Al final del mundo”, “Ven a buscarlo”, “La fortaleza”, “Armadura”, “Amiga cruel”, “Normal mujer”, entre tantas más.

Hay unos versos rondando en mi cabeza desde el día en que descubrí a Francisca Valenzuela. Esta vez, al escucharla en vivo, entendí que también eran el aliento que le faltaba a mi corazón para enfrentarse a los demonios en los últimos meses o, quizá, en toda mi vida: “ahora los miro a la cara; les digo ‘no son tantos’”.

 

Francisca Valenzuela
25 de octubre de 2022
Explanada de la Alhóndiga

Fotografía: Mayra Mope (cortesía FIC)

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