Cuando viajo, muchas veces, no veo la película que pasan en el autobús. No porque no sea interesante sino que hacia afuera la luz corre detrás de mi pupila hacia la carretera y las plantas y los árboles y las líneas de tránsito se extienden por lo largo del camino. Luego me acuerdo de los vídeos en los que algún personaje mira nostálgicamente por la ventana y me da risa verme haciendo eso. Una vez, vi una siesta de vacas. Otra un caballo que corría en sentido contrario. En verano esas flores rosas que parecen como amapolas. En otoño todo se vuelve naranja. En algún momento todo es amarillo porque es invierno y se puede ver la corteza del paisaje que remite a planetas extraños volviéndonos casi alienígenas. Eso me paso la última vez que salí de mi ciudad y se rectificó cuando vi la luna inmensa y rojiza. Siempre creemos que somos de este mundo pero quizá estamos viendo desde la ventana lo fugaz del lugar al que pertenecemos.
Alienígena por Gabriela Cano
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