Alternative für Deutschland o el principio del daño Por: Daniel Gutiérrez Medrano

Alternative für Deutschland o el principio del daño.

Daniel Gutiérrez Medrano

 

A John Stuart Mill y a Jeremy Bentham les debemos la noción de la búsqueda de la felicidad de los individuos a través de la democracia y del orden público. El primero, en su obra Sobre la libertad (1859), propone un principio fundamental para el Estado de derecho que reina en la actualidad en la mayoría de las democracias occidentales y que busca justificar la limitación que el Estado impone a ciertas conductas o acciones que el individuo realiza para evitar cualquier tipo de daño. Precisamente se le llama principio del daño, a la teoría que justifica la coerción de la autoridad con la finalidad de limitar y restringir tal o cual acción que se considere perniciosa; buscando siempre un balance entre derechos afectados.

 

En las democracias liberales, el Estado pretende velar por el desarrollo armonioso de la vida privada y pública de sus habitantes, estableciendo, por medio de consensos, las reglas del juego a través de su Constitución y de las normas y leyes que emitan para tal fin. La Carta Magna de un Estado- al menos en la mayoría- establece un catálogo definido de derechos entre los que se encuentran la libertad, la seguridad, la vida y la familia. A mi consideración, la vida y la libertad son condiciones sine qua non de la existencia del propio Estado liberal como lo conocemos; existen otros derechos que son esenciales para su existencia y consolidación. Ejemplo de ello es el desarrollo reciente del derecho político-electoral y de todo el andamiaje democrático tanto sustantivo como adjetivo que los Estados han fijado para elegir, refrendar o defenestrar a sus gobernantes en turno.

 

Para los demócratas, la democracia resulta ser un deporte extremo o de alto riesgo. Es el único sistema que se pone en peligro todo el tiempo. Es la única organización de gobierno que pacta su muerte y que se la juega cada que las y los ciudadanos salen a expresar su voluntad a través del voto.  Precisamente, la democracia, se lanza al ruedo para evitar que el conflicto y la sangre vuelvan a ser derramados en la búsqueda del control y el poder político, esto al menos en la teoría y siguiendo las ideas del pensador alemán Karl Popper.

 

No es de extrañarnos que, ciertamente, los propios enemigos de la democracia se aprovechen de los medios articulados por ella para menoscabarla y ponerla en peligro. La seducción autoritaria ha encandilado a nuestro siglo y nos pone en alerta máxima. Los populismos de izquierda y de derecha nos han llevado a la reflexión respecto de la naturaleza misma del estado actual que tienen nuestras democracias, si son vivaces y funcionales o son poco eficaces y anquilosadas. La variedad de opciones políticas es un indicador estratégico que nos pueden dar un norte del estatus de la nuestra.

 

De acuerdo con José Woldenberg, Democracia es sinónimo de coexistencia del pluralismo. Si algo la distingue de los regímenes autoritarios, dictatoriales o totalitarios es precisamente la idea fundadora de que la sociedad no es un bloque monolítico, sino que está cruzada por intereses, sensibilidades, ideologías y programas distintos.

 

La polarización actual y la irrupción de ideologías de corte autoritario, tanto de derecha como de izquierda. Han puesto a temblar las bases democráticas del Estado liberal occidental. El caso de Alemania es un ejemplo de ello.

 

Con el final de la era Merkel y el auge de Scholz como canciller, diversas propuestas políticas nuevas consideradas extremistas, irrumpieron en la palestra pública sajona con fuerza. Históricamente, la relación de Alemania con cualquier cuestión que pudiese ser catalogada de extrema derecha o incluso fascista es motivo de anatema total.

 

De 2013 a la fecha, el partido político Alternative für Deutschland (Alternativa por Alemania) o por sus siglas AfD, ha ido creciendo como opción política entre los alemanes. Se considera un partido de derecha, euroescéptico, anti islamista con una ideología nacional-conservadora. Se oponen a la inmigración masiva, proponen la salida de Alemania de la Unión Europea con miras a recuperar la soberanía cedida para la creación de dicho organismo supranacional; proponen la eliminación del euro como moneda y el retorno al Marco alemán. Este partido ha puesto en alerta a los partidos políticos tradicionales germanos  entre los que se encuentra el oficialista Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), mismo al que pertenece el actual canciller Olaf Scholz; y la Unión Demócrata Cristiana de Alemania, partido de Angela Merkel, conservador y de centroderecha.

 

Nada nuevo bajo el sol ni nada distinto a lo que ofrecen diversas opciones del mismo corte en el viejo continente. Vox en España, Ressemblement national en Francia, Fratelli d’Italia y la Lega en Italia; Fidesz en Hungría y Ley y Justicia en Polonia con algunos de los partidos políticos con los que el AfD comparte ciertas características que los cataloga por algunos como de extrema derecha. Principalmente por su oposición a la inmigración masiva y a la pérdida de la identidad nacional en favor de un organismo supranacional como la UE o en favor de grupos culturales distintos a los occidentales, como son aquellos de corte islámico.

 

En los últimos días y en vísperas de las elecciones al parlamento europeo, un escándalo ha azotado a la opinión pública alemana y es la revelación de una reunión secreta en Potsdam, ciudad a las afueras de Berlín,  entre dirigentes de AfD y el ideólogo de la derecha austriaca, Martin Sellner; en el que supuestamente se presentó un proyecto de “repatriación masiva” bajo el término de “remigración. De buenas a primeras, todo se traduciría en deportaciones masivas en contra de los indocumentados e incluso de aquellos que tuvieran la nacionalidad alemana pero que no estuviesen integrados en el país. En consecuencia, de lo anterior, diversos actores políticos y sociales llamaron a protestar masivamente en las principales ciudades alemanas contra el AfD pidiendo su ilegalización y extinción inmediata.

 

¿Qué preocupa? Precisamente el debate abierto respecto de la ilegalización de este partido político que, si bien tiene una serie de opiniones que no cuadran con el estándar políticamente correcto de la época que vivimos, este representa la segunda opción política más popular entre los votantes germanos, dejando muy por detrás al partido oficialista de Scholz.

Más allá de buscar simpatizar con los votantes y generar propuestas atractivas para afrontar las problemáticas nacionales, la izquierda alemana, principalmente, ha optado por la protesta, el demérito y el reclamo esquizofrénico. En democracia se vota para dejar pasar e incluso para bloquear opciones políticas que la mayoría de los ciudadanos consideran las adecuadas o dañinas.

 

Para los alemanes, desde el 2015 y a causa de la errática política migratoria de Merkel, la migración se ha convertido en una problemática de prioritaria solución. El aumento del extremismo islámico y la poca asimilación de la cultura germana por parte de los refugiados, han agrandado la brecha que separa a los nuevos de los viejos habitantes del país. Es esto lo que ha provocado que los votantes alemanes volteen a ver a la AfD como solución a la al tema migratorio.

 

Para concluir volvamos al inicio de este texto, al principio del daño, ¿Qué resulta más perjudicial para la población alemana que ahora están optando por opciones políticas mucho más radicales? ¿Cómo se ponderará la confrontación del derecho de los migrantes a permanecer en el país con los derechos políticos de los ciudadanos germanos de votar y elegir su gobierno con todo lo que esto implique? ¿el principio del daño aplica también potencialidades? Ahora en cuestión electoral ¿por qué no convence el gobierno de Scholz con todo y su nueva política de deportaciones masivas? ¿por qué no están saliendo de nueva cuenta a convencer?

 

El caso alemán sin duda nos trae más dudas que respuestas. No tengo duda en que el ilegalizar o prohibir opciones políticas solo provocaría que, en su eterna curiosidad, el ser humano se acerque más y más a dichas. A lo pernicioso se le confronto y se le vence en las urnas; convenciendo y construyendo, no destruyendo e inmovilizando.

 

Aquí es el momento en el que precisamente se ponen en tela de juicio nuestros valores como civilización y los estados de nuestras democracias.

 

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