Anhelos defraudados por Joan Carel

Fotografía: Gabriel Morales

Quizá es tarde para escribir esta reseña, pues han pasado ya dos semanas desde la clausura del 52 Festival Internacional Cervantino (FIC). Pero tal vez ese tiempo era necesario para procesar las experiencias y los cientos de decires, discernir entre la emoción, la grilla, los números y un juicio medianamente sensato.

Todo apuntaba a que sería una fiesta inolvidable y lo fue, aunque en partes y a ratos. La expectativa del jueves previo al arranque se prolongó hasta último día, porque Oaxaca sí llegó, instaló a sus casi mil quinientos artistas en los hoteles céntricos y se aseguró de que no quedara duda de su presencia con la algarabía diversa en las calles y el mejor teatro que han visto los recintos cervantinos en los últimos tiempos. Brasil trajo cosas muy bellas (Colker, Nascimento, Adrião, Clowns de Shakespeare, Simone Mazer, Céu…), mas pocos pudieron apreciarlas y la mayoría sigue esperando un pasado que no fue con un anhelo defraudado.

¿Este FIC pasó de noche? Sería una falsedad afirmarlo, pero dista mucho de aquellos años de gloria, incluso de ediciones no muy lejanas donde ya se criticaba una decadencia en la promoción, los recursos y los eventos. Hizo falta ruido, y no se trata de que las calles hubieran sido cantinas ni que reinara el desenfreno, hizo falta ruido para que la gente supiera que seguía aquí, que el alma de la fiesta (porque etimológicamente eso implica la palabra “festival”) no se limitó a un recorrido de convite.

La Casa Oaxaca supo sobreponerse a la revoltosa logística de los primeros días. Tan solo su restaurante recaudó un millón y medio de pesos con sus delicias gastronómicas, además de las ventas de productos y artesanías, su cafetería y un consultorio de medicina herbolaria. En la de Brasil, se montó una hermosa exposición con obras xilográficas de Jorge Francisco Borges, uno de los artistas más importantes del país, entre otros grabadores, para mostrar la  “literatura de cordel” (expresión gráfica que cuenta historias a partir del imaginario de la vida del nordeste brasileño con una perspectiva de realismo mágico), considerada patrimonio inmaterial de la humanidad.

También se instaló un muro con coloridas pulseritas del Senhor do Bonfim, que fungen como amuletos importantísimos en la cultura de Bahía y un souvenir icónico para los viajantes mochileros. Hubo una salita patrocinada por un famoso nuevo banco de logotipo blanco con morado y unos cuantos platillos brasileños elaborados por un restaurante local en el mismo edificio para aprovechar la ocasión. Por las mañanas, había conferencias y una que otra actividad lúdica, pero, a diferencia del despliegue de eventos oaxaqueños, pocos se enteraron y algunos hasta volvieron desencantados, como la noche de una prometedora fiesta con DJ.

¿Dónde quedó la samba, el carnaval, el folclor tan anhelado y anunciado con el bueyecito de la imagen oficial? Se rumoró que el país quería hacer a un lado los estigmas sobre su identidad cultural, hacer gala de su arte contemporáneo de primer nivel, que sí lo hizo impresionantemente en los últimos días, pero ¿qué habría afectado sentir un poco su vibrante pueblo?

Hubo más calle, sí, mucha calle gratuita y se agradece, pero quedó a deber la difusión previa —no bastan las redes sociales y las aplicaciones— para que se abarrotaran las plazas. Qué triste decepción fue la supuesta batucada en el segundo fin de semana, y no porque el grupo Batalá (proyecto mexicano de samba y reggae) fuera malo, sino porque pareció una improvisación desesperada del gremio turístico para atraer a los visitantes.

¿Acaso la gente prefirió quedarse en casa “a salvo” ante la noticia de coches bombas en otros municipios del estado, la muerte inesperada de un transeúnte por causas naturales en la plaza principal o las marchas en oposición a las reforma del Poder Judicial donde uno que otro político de la vieja escuela se jactaba de sus expresiones misóginas (“acabo de darle un coscorrón a esa vieja cab***a”) desacreditando con ello las intenciones del resto de los manifestantes?

¿O fue, nuevamente, por la excesiva e intimidante cantidad de elementos de la policía estatal? Aunque se presentaban muy amables por su nombre con los turistas reafirmando su servicio. Cabe mencionar que la alcaldesa estaba muy contenta con su “huipil”, obsequio de Oaxaca que estrenaría el 2 de noviembre, y altamente agradecida con la gobernadora “de la gente” por aportar diez millones de pesos adicionales para el pago de horas extra al personal de aseo público de este Guanajuato “más bonito y seguro que nunca”.

Por cierto, el Festival del Día de los Muertos unos días después del FIC sí fue un pachangón —aun con la escandalosa noticia del trágico accidente donde un cobrador de transporte urbano murió por negligencia a plena luz del día y frente al Teatro Principal— que terminó con asquerosas calles pastosas a causa de una marabunta contenta y paseadora, tan enorme que se le escuchó gritar ansiosamente desde la “Túnel de tradición” pidiendo salir.

De cierta forma, el concierto de clausura aminoró esa frustrante sensación de “quedarse esperando”, aunque la mayor parte de los asistentes no fueron por la fama de los artistas ni el prestigio del espectáculo, sino por el chisme del reemplazo de la pirotecnia o simplemente por la costumbre de asistir al último evento cada octubre.

Fotografía: Mayra Mope

El comienzo fue bastante grato con la ágil guitarra y la voz tersa de Lenine, emblemático cantautor brasileño, quien ha ganado seis premios Grammy y está comprometido con causas sociales y ambientales, además de contar con numerosas colaboraciones internacionales. Su energía alegre y ligera, donde su movimiento corporal se fusionaba con el sonido de su instrumento, resultó deleitable en muchos momentos y atractiva visualmente con los fondos escenográficos en blanco y negro.

De pronto se tornó monótona, a pesar de que había una considerable cantidad de admiradores cerca del escenario, probablemente por la barrera idiomática, los ritmos repetitivos y la confusión de las ocasionales entradas de los integrantes de Francisco, el hombre para hacer coros sin una línea clara del desarrollo posterior. ¿Era este un espectáculo digno del cierre en este recinto; por qué “dos por uno” y no dos?

Fotografía: Germán Romero Mtz.

El momento más memorable fue la interpretación de  “Paciência”, una de sus aclamadas canciones por la hermosa armonía acústica que acompaña a su inspiradora y melancólica letra. Las luces de la audiencia arroparon con cariño al cantante y dieron paso a una abrupta transición de la banda como protagonista. Esta encendió los ánimos inmediatamente y, ¡por fin!, se hicieron presentes los ritmos brasileños y afrolatinos mezclados con el ska y el punk-rock.

Francisco, el hombre (apelativo tomado del arquetipo del juglar colombiano) se ha convertido en una de las bandas sudamericanas más importantes desde su conformación independiente hace once años. El hecho de que dos de sus integrantes, Mateo y Sebastián Piracés-Ugarte, voces principales en la batería y el sintetizador, tuvieran ascendencia mexicana y hablaran claramente la lengua local contribuyó muchísimo para que la conexión con el público fuera auténtica e intensa.

Fotografía: Germán Romero Mtz.

La profunda voz de Juliana Strassacapa, en compañía de Andrei Martinez Kozyreff y Helena Papini en la guitarra y el bajo, fueron también elementos imprescindibles para la energía en escena, siendo esta presentación una de las últimas antes de que la agrupación tome un descanso profesional.

Pese a que el cambio de altura geográfica afecta el desempeño vocal, lo dieron todo y más: hasta la ropa de Mateo en la euforia de los brincos y en un performance político casi al final del concierto. Canciones como “Tá con dólar, tá com deus”, “O que existe é o agora” en colaboración con Lenine, “Arrasta”, “Pecesito tiburón” y “Arbolito” guiaron la noche con el pronunciamiento de posturas ideológicas muy claras y críticas.

La emotividad llegó con “Triste, louca ou má”, canción solista de Juliana, acompañada por Helena, la cual se ha consolidado como un himno feminista desde hace ocho años, sobre todo con la reafirmación en el estribillo: “E um homem não me define, minha casa não me define, minha carne não me define, eu sou meu próprio lar”.

Fotografía: Gabriel Morales

El calor del carnaval se apoderó del escenario incluyendo una verdadera batucada y una coreografía masiva, seguido de un homenaje con “Cariñito”, de origen peruano que se ha popularizado con la voz de la oaxaqueña Lila Downs. A manera de despedida y preparación para la jornada laboral del día siguiente, la banda interpretó con su festiva personalidad su tema en español “Como una flor”.

El cielo cervantino se iluminó por primera vez con un espectáculo de drones con luces LED que dejó satisfecho al público a medida que se configuraban diversas imágenes representativas del festival, sus invitados y las artes. Esta medida ecológica fue tomada por un convenio de colaboración con el British Council de México, pero parece que no se tomaron en cuenta recientes investigaciones sobre el impacto en la contaminación del aire y el agua provocado por las baterías de iones de litio, comunes en este tipo de iluminación.

Fotografía: Gabriel Morales

Así llegó el final, con una Mariana Aymerich bailando feliz, libre y orgullosa por la gestión de seis años al frente del FIC y los circuitos culturales, radiante al término de esta fiesta en la que defiende firmemente que el arte y la cultura serán, de ahora en adelante, familiares, sostenibles, accesibles, inclusivos, sanos y seguros, sin importar los cuestionamientos u objeciones del público y la prensa.

¿Quiénes serán los próximos invitados? Ya ni se pregunta pues es sabido que ese anuncio se guarda con código ultraencriptado desde las últimas ediciones. Algunos apuestan que repetirá Japón, luego de diez años, tomando como indicio el segundo lunes exclusivo para el espectáculo de Hiroshima y la firma solemne de convenios institucionales. ¿Con qué otro país está en puerta alguna conmemoración diplomática?, pues así ocurrió en esta ocasión con el gigante invitado, el del año pasado y el pasado, entre muchos otros dimes y diretes presupuestales no tan falsos.

¿Será buena idea regresar a la próxima edición de este Cervantino amado, así como aquella pareja de periodistas galardonada en la inauguración que vuelve entusiasta desde hace cincuenta años? Sí, volver siempre es bueno, no importa cómo, con quién ni con cuánto. La esencia de este festival va más allá de los rostros y colores que lo dirigen, la programación, los dineros, las peripecias logísticas y toda su polémica. El FIC reaviva las ideas y reconforta el alma.

CLAUSURA | Lenine y Francisco, el hombre
27 de octubre de 2024
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