Se prometía que, a pesar de lo obscuro de la posmodernidad, ella no sería un amor líquido. Sino que sería como esos oasis que se esconden en los desiertos, así como un manantial que se propaga en las profundidades del corazón.
Y así soñaba, con Adam Smith, con Ricardo, con Marx y con Engels… con la revolución proletaria que se avecinaba en el fondo de sus entrañas…
Y con dicha epifanía se despertaba a media noche y escribía sobre el buró de su cuarto el resultado de sus meditaciones:
“En mi país hay una crisis emocional tremenda, mis ingresos afectivos han caído a ceros, mi esperanza ha sufrido una fuerte devaluación, y además de la inflación económica que pasamos, abunda la migración y el desempleo.
Mi país se ha quedado abandonado, la bolsa de valores ha caído a ceros, morimos de ella a cada hora. Y la pobreza, se asoma en cada esquina, como augurio de un destino postrero.
En las calles la delincuencia ha aumentado, pues el salario mínimo pareciera no ser suficiente para apagar las urgencias del corazón…
Mis activistas sugieren no aferrarse a su recuerdo…”
Pintor: Eliezer Jogli