Arre por Juan Mendoza

Alguien lo había madreado hasta que se cansó, eso estaba claro. Pero más claro era, por el gesto, que la verdadera putiza la traía en el alma, aunque esa no era de ayer. Y ahí nadie te pone alcohol en los hospitales.

Tendría veintitantos años, pero de mal tragar se veía que no eran pocos, flaco, rapado con múltiples alcancías, y la cara llena de unas cicatrices raras, digo, los golpes con algo contundente eran visibles, pero tenía unos arañones que parecían de tigre. Andaba pidiendo monedas en la calle de las novias, una calle de esta ciudad donde no anda la novia de nadie nunca, solo borrachos porque hay tres cantinas de lustre nulo y de noche no hay focos.

Llegó ayer al Santuario de las Chivas, un lugar minúsculo con solamente seis bancas apretadas donde uno se ve forzado a conocer extraños para poder beber en paz. Pedía sin pedir, no decía nada, solo se paró ahí afuera como esperando que se entendiera el mensaje.

Les diría que la tele estaba llena de mugre porque está demasiado alto para limpiarla, pero lo cierto es que estaba así porque el lugar y la psiquis de quienes vamos así lo exigen.

A lo lejos sonaban los éxitos norteños de un changarro pirata, los cláxones, la gente, y en un plano más cercano esa tele que repetía un capítulo viejo de Atínale al Precio, la que despertó más el interés de quienes siempre prefieren voltearse ante lo que les desagrada.

A veces me pregunto de qué padezco para no ser así.

 

¿Quieres una caguama? Sí. Sírvele por favor. No tienes qué hablar, tómatela y cuando quieras vete. Les pido el aplauso con cariño para Teresa que es la retadora de esta tarde, y también aplauso con cariño para Plascencia que va de líder esta tarde y ella va a elegir entre Gran Paquete Número Uno y Gran Paquete Número Dos. Que no debo tener más de un amor, dicen que soy un candidato del infierno, que lo decida Dios que fue quien permitió…

Me dieron con una varilla de esas de fierro. Bola de putos. Nomás porque andaba bien vergas si no les rompo su madre. ¿Les alcanzaste a hacer algo tú? Nel, eran un chingo. ¿Te asaltaron? Nel…

Ella es mi cómplice la socia de mis sueños, mi primer suspiro al despertar. Estás por llevarte a casa un comedor modelo romano, lo único que se me ocurre es desearte buen provecho, una vitrina con entrepaño de madera maciza y puerta de vidrio, seis manteles individuales y seis servilletas de algodón…

Al chile me quise robar una morrilla, andaba acá en la Bonfil, pero me vieron y se armó el desmadre. [Silencio] ¿Quién te curó? Un pinche joto que me ando… por de ahí… un wey. De pendejo ibas al hospital [Silencio] ¿Y qué ibas a hacer con ella, la ibas a vender? No, sepa la chingada compa andaba bien loco hasta la verga, me la iba a coger a lo mejor ¿Me vas a disparar otra o que? No. Cámara culero ahí te ves. Arre.

 

Por algún motivo no vi nada de este animal en los diarios ni en transmisiones en vivo, nada, aunque me consta que de las cosas que pasan en esta ciudad solamente se saben la mitad o menos.

No tengo una moraleja al respecto. Aun lo estoy digiriendo. Arre.

Historia Anterior

Los monstruos de Guillermo

Siguiente Historia

¿Qué vas a hacer de tu vida? por Karla Mariana