El pasado 7 de junio el músico y contrabajista israelí Avishai Cohen, publicó su décimo sexto álbum de estudio titulado Arvoles. Diría que es un trabajo muy a la Avishai: con patrones repetitivos y machacantes en el piano —que nos hace recordar al rock progresivo inglés y a Philip Glass (pero atresillado)—, con una nota sostenida en el contrabajo que se niega imperante en cederle su lugar a otra nota, rubatos y polirritmias en la batería, sin solos interminables —gracias a dios—, siendo éstos muy escasos. Con acentos muy marcados en cada tiempo del compás y con unas sorpresas, que de vez en cuando huelen a música clásica contemporánea —disonancias, ruidos, etc—. Algunos puristas del jazz, supongo, no les gustará mucho el estilo de este músico oriundo de Israel, y es hasta cierto sentido, entendible, ya que carece —o desusa— de las estructuras más apegadas a la tradición jazzista estadounidense. Se nutre, a mi parecer, más con el jazz anglosajón, europeo y claro, del mestizaje con otras tradiciones musicales. Incorpora a sus composiciones altas dosis de música minimalista, con patrones que parecieran nunca acabar. Un ejemplo muy puntal de eso, viene en Gesture #1, empezando con un mi en el piano; dicha nota se mantiene imperiosa y terca durante casi toda la composición. Este poderío dictatorial —que dura exactamente 2:36 minutos— es interrumpido por un interludio muy jazzístico, notándose de manera contundente, la escuela tradicional. (Inserto aquí un paréntesis educativo/profesional): comenzó a estudiar piano a los 9 años de edad. A los 14, cambió el piano por el bajo eléctrico. Tocó durante 2 años en una banda militar —ahora entendemos de dónde tomó inspiración para sus notas y ritmos tan marciales—. Tras cumplir la mayoría de edad, se trasladó a new york —con minúsculas porque los gringos no son de mi agrado— para estudiar en la escuela The New School for Music. Hice esta interrupción, para poner en contexto, que Cohen estudió—como casi todos los músicos de jazz— el lenguaje y formas tradicionales de este genero musical, creado gracias al mestizaje de múltiples culturas. Por lo tanto, sabiendo las reglas, éstas se pueden moldear, deformar y hasta violar. En los terrenos de la neurociencia, se dice que una de las características de las personas creativas, es crear nuevas ideas a partir de las existentes y que también, éstas ideas creadas, suelen tener una dosis exacta de novedad —pero no tanta, ya que esto propicia, en algunos casos, poco entendimiento— y de lo tradicional. Es decir, se necesitan las medidas exactas de muchas cosas, para que el monstruo que vive como idea en nuestro cerebro, salga sano y salvo al mundo real y material.
Regresando al análisis de Arvoles, me gustaría poner especial atención, en el track #2, que lleva por nombre el mismo del disco. Es una pieza bellísima en un compás de 4/4, con una velocidad de Andante y en una tonalidad que sabe a esperanza y remanso. Me gusta imaginar que encaja perfectamente en una escena de una película francesa, con los protagonistas rebosantes de felicidad, rememorando el día de su boda o algún otro día, en el cual fueron muy afortunados. Es una composición de manufactura delicada, trabajada a detalle para crear un poema auditivo. Es en definitiva, una pequeña pieza de arte.
Uno de los principales objetivos de Adolf Hitler era el exterminio total de la raza judía; así la mentecilla del genocida alemán. Por fortuna o por lo que haya sido, no lo logró. Gracias a eso, no sólo nos hubiera privado de Avishai, sino también de Fritz Lang, Oscar Kokoschka, Woody Allen, Nadia Boulanger, Olivier Messiaen y hasta de un tal Robert Allen Zimmerman, mejor conocido como Bob Dylan.