Azul, el Cervantino que regresa a casa por Joan Carel

Tricolor, mas de rumbos lejanos. Aunque el Estado de México es invitado de honor, no es el verde, sino el azul el que impera en las calles cervantinas.

Dos banderas, distintas por un águila y el color de una franja, ondean una frente a la otra como buenas aliadas, al mismo tiempo que la Paz las contempla desde su plaza. Debajo de ellas el Siena se adapta al terreno guanajuatense y, cual espejismo, proyecta su agua en un cristal, cuyo azul se propaga por los callejones en formato tabloide. Francia y el azul.

¿Amar u odiar el Cervantino? Todo depende de la perspectiva desde donde se disfruta o se padece. Para el residente de la sede, su valoración se debate entre sentimientos contrarios: por un lado, se desprecian los contratiempos en la rutina producidos por la invasión festiva; por otro, se acoge la celebración como una preciada raíz de la identidad local. Lo mismo ocurre con los estudiantes, para quienes la vida académica corre durante octubre intensamente y se interpone, como severo súper yo, ante la atractiva oferta de novedades culturales, sobre todo sociales, que con facilidad la desplazan. Se aborrece el entorpecimiento del tráfico y a los turistas, “seres embrutecidos sin nada que hacer, rebajadores de la patrimonial ciudad a vil cantina”; pero no se puede negar el entusiasmo que eriza la piel al presenciar la metamorfosis de la explanada de la Alhóndiga en escenario o la aparición repentina de los carteles que develan el diseño con el que se vestirá la edición del festival.

Cortes de pesada geometría en blanco y rojo conforman el traje del Festival Internacional Cervantino (FIC) en su año XLV, pero predomina el azul. Azul…

Unos seres peculiares reaparecen cada año. Para ellos el FIC es un delicioso trabajo. De sus cuellos cuelga un trozo de plástico que los empodera y ese rectángulo es la llave para cruzar el umbral a nuevos mundos, ya sea en las oficinas gestoras, tras bambalinas o al fondo de los recintos en un rincón despreciado. Esos últimos personajes son los ojos que documentan de principio a fin el acontecer del festejo; por esa función privilegiada bien vale correr de una locación a otra durante tres semanas, así como desvelarse tratando de definir las impresiones y ordenar las ideas.

Para quien ha vivido el Cervantino desde el interior, es imposible no amarlo a pesar de sus imperfecciones. Precisamente son los percances la clave del encanto, pues quien no tiene un gafete azul ni un asiento asegurado, también experimenta esa vibrante emoción al pasar horas que parecen interminables en una fila con la esperanza de hallar, a costa de empujones o a hurtadillas, un sitio donde apreciar lo que se dice, baila o canta a lo lejos.

Un abuelo dadivoso (aunque tiene nietos predilectos) es el Cervantino; va por el mundo recolectando tesoros y vuelve en el mes de las lunas más bellas. Esta vez porta un moño negro en memoria de los afectados por los terremotos de septiembre; antes de abrir su maletín de presentes, pide un minuto de solidario silencio y anuncia que por ello esta vez no habrá fuegos artificiales.

El primer obsequio llega de Francia. Dionysos se llama la banda de rock fusión compuesta por cinco entusiastas músicos que juegan con las modulaciones de su voz y los sonidos de situaciones y objetos coloquiales. A veces vampiro del amor, otras fantasma que silba, o bien, simplemente estrella de rock, el líder del grupo navega entre los brazos de la multitud mientras unos ojos curiosos saludan desde una pantalla al fondo del escenario. “Voler”, invitan los músicos en su lengua después de una “Chanson d’été” y reciben como respuesta un eco vocálico: “eh…”. Las nubes se deslizan suavemente por el cielo, todos bailan con alegre sosiego y entonces se manifiesta una perspectiva más del festival, la del artista sobre las tablas: “Estar aquí es verdaderamente extraordinario”.

Una vez que el Cervantino ha sido experimentado, es imposible olvidarlo. A pesar de las arrugas, las imposiciones y los caprichos de anciano, ¿cómo no volver a recibir gustoso a quien extiende sonriente sus brazos? Su maletín está abierto y azul fue apenas el primero de sus muchos regalos.

Inauguración
Dyonisos
Explanada de la Alhóndida de Granaditas
11 de octubre

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