La más reciente cinta del director Spike Lee, Blackkklansman, narra la historia verdadera de Ron Stallworth, un agente de policía negro que en 1970, harto de soportar el racismo de sus compañeros de trabajo y al ver que su carrera en la fuerza pública está estancada, decide presentarse como voluntario para trabajo encubierto. Tras una primera misión infiltrándose en un mitin de un grupo de estudiantes negros con nexos con los Panteras Negras, Ron logra ganarse un puesto en el departamento de inteligencia, donde, con una llamada, casi sin quererlo, comienza a infiltrarse en el mismísimo Ku Klux Klan.
Ahora, como es obvio, Ron no se infiltra físicamente en el Klan; se limita, más bien, a hablar por teléfono con los miembros, incluido el gran mago de la “organización”, David Duke, quien está ingenua e hilarantemente convencido de que sostiene conversaciones con un ario pura sangre particularmente listo. Su racismo alcanza niveles más bien caricaturescos que, tengo entendido, fueron motivo de preocupación para el David Duke de la vida real. Por otro lado, la policía asigna al detective Philip Zimmerman la misión de hacerse pasar por un redneck interesado en unirse al Klan. El problema es que Phil “Flip” Zimmerman es judío y, pues, el Klan odia también a los judíos.
Blakkklansman se siente a ratos como el consabido filme de detectives que se infiltran en una pandilla peligrosa, a ratos como una sátira de la ideología supremacista blanca, a ratos como un drama, a ratos como un thriller y, por último, como un documental.
Y es que el hilo conductor de esta mezcla de tonos y géneros es el comentario sobre el racismo institucionalizado en E.E.U.U., y la cinta no hace el menor esfuerzo por velar sus intenciones de defender una postura política. Siguiendo la línea de otros “toques” de Spike Lee como Do the right thing y Malcolm X, Blackkklansman utiliza algunos de los recursos patentados del cineasta, tales como el uso de personajes hablando directamente a la cámara para dejar claros sus propósitos, ideas o motivos, así como el uso contemplativo de primeros planos sobre el personaje colectivo de una audiencia que recibe un mensaje político, en este caso un grupo de estudiantes negros oyendo una conferencia de un líder militante que habla sobre la brutalidad policial y las políticas de segregación velada.
Conforme la investigación de Ron y Philip avanza, ambos se enfrentarán a la segregación y al racismo, si bien de maneras diferentes; también desentrañarán los inextricables lazos entre el gobierno, la milicia, la policía y los miembros del Klan. Estos lazos continúan hasta ahora ya que, siguiendo la premisa política del filme, Donald Trump no es otra cosa que el producto de un largo proceso de cabildeo y consolidación de poder del KKK, un proceso de varias etapas que llegó a su culminación en la elección presidencial de 2016, en las que uno de sus miembros o por lo menos de sus simpatizantes fue elegido presidente de E.E.U.U.
Una película recomendable, con un buen guion y buenas actuaciones, al tiempo incisiva y divertida. El comentario político podrá parecer a muchos excesivo, pero hay que recordar que Spike Lee tiene interés por medirle el pulso a su tiempo para diagnosticar el mal del que padece. Recordemos el caso de Do the right thing, que resultó profética.
Esteban Govea es un poeta, narrador y guionista guanajuatense de treinta años radicado en la Ciudad de México. Es licenciado en filosofía por la UNAM, donde cursa la maestría en estética, y estudió guion de cine en el CCC. Dirige el Colectivo Arde y Cultura. Sus libros La Poética Robot y La Música Cósmica están de venta en Amazon.mx.