Coco , la más reciente película de Pixar, dirigida por Lee Unkrich y Adrian Molina, cuenta la historia de Miguel Rivera, la pequeña oveja negra de la familia. Como todos los Rivera, Miguel estaba destinado a ser fabricante de zapatos. El niño, sin embargo, quiere ser músico, y tiene un gran talento que lo respalda. El problema: en su familia hay una estricta prohibición con respecto a tocar, o siquiera escuchar, música, prohibición que la Abuelita hace valer con rigor cuestionable.
Todo tiene su origen en la generación de la tatarabuela, Mamá Imelda, quien estaba casada, justamente, con un músico. Pero el músico se fue un día y nunca volvió. Mamá Imelda aprendió a hacer zapatos, enseñó a hijas y yernos, y fundó el próspero negocio familiar.
Ahora, varias generaciones después, Miguel está convencido de que su destino es ser cantante, y para probarlo comete una trasgresión que lo lleva directo al mismísimo Mictlán, la tierra de los muertos. Allí se reencontrará con sus ancestros, y hallará su verdadero origen, que lo hará reevaluar su escala de valores y encontrar lo que de verdad quiere.
El trabajo está al nivel creativo que Pixar nos tiene acostumbrados. El diseño del pueblo de Santa Cecilia y los personajes, el Mictlán, los alebrijes, el perro Dante y hasta la bisabuelita, Coco, es bellísimo y muy cuidado. Da gusto ver una obra en la cual no se cae en estereotipos del mexicano sino, por el contrario, tiene el tacto y una investigación que respalda y permite al equipo cinematográfico hacer un filme que respeta la cultura en la que se inspira, sin dejar de ser entretenida, a ratos hilarante, a ratos tan melancólica y triste que algún pañuelo resultará necesario, y a más de uno le “entrará una basurita en los ojos”.
El eje de la historia es la importancia de recordar y respetar a los difuntos. Al final, por la temática de la muerte, la película se aproxima al terror que implica el olvido, la nada, pero siempre libra de manera elegante esas aproximaciones, por lo que no hay que temer en absoluto llevar a los niños.
La banda sonora es digna de una mención muy especial, tanto en las canciones, en las cuales intervienen grandes figuras del paisaje musical mexicano como Marco Antonio Solís, La Santa Cecilia, Angélica Vale y Bronco, como en la música incidental, compuesta por Michael Giacchino.
En verdad, una de las mejores películas en la historia de Pixar, y de la animación en general, con un guión sólido y cuidado y unas actuaciones de doblaje excepcionales.
Acaso lo único lamentable relacionado con la producción de Coco es el hecho de que sólo sea mediante Pixar que nos sentimos orillados a revalorar nuestras raíces como mexicanos. Con un rico corpus mitológico autóctono, quizás sea hora de volcar de cabeza el vetusto y anquilosado dogma del cine nacional que dicta que sólo el cine realista es válido. Pero eso es tema para otro día.
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Esteban Govea (1988) es guionista, poeta, narrador y licenciado en filosofía. En 2011 obtuvo la beca del IMCINE de apoyo a guión de largometraje. Ha publicado varios poemas y cuentos en diversos medios digitales e impresos. Es director del Encuentro Internacional de Poesía Emergente y tiene un blog: www.elenervatorio.wordpress.com.
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