Cosechar más, contaminarse menos Por Ricardo Yépez

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El hombre hizo de la tierra un infierno para los animales.

Arthur Schopenhauer.

Este país sigue siendo ampliamente rural. Muchos programas agrarios y varias décadas después, el gobierno ha desagrarizado el campo sin mejorar la vida o el bienestar de los agricultores. Una de las prácticas administrativas preñadas de intereses personales es el apoyo de los agroquímicos en detrimento de otras tecnologías agrícolas, lo cual continúa perjudicando el medio ambiente y beneficiando las cuentas de los grandes capitales transnacionales.

A pesar de los estudios que demuestran la contaminación del medio ambiente, el gobierno mexicano sigue permitiendo el uso de químicos para usos agrícolas prohibidos en otros países desde hace varias décadas, incluyendo el archiconocido DDT. Aún así, los hombres y mujeres que dirigen este país siguen cerrando tratos bajo la mesa para beneficiar a grandes empresas.

El objetivo conseguido por los programas federales ha sido que cada campesino produzca hasta 10 veces más que hace veinte o treinta años, sin que haya sufrido su vida otro cambio más que el de integrar máquinas y ser más proclive a un desastre económico por el temporal y su consiguiente endeudamiento.

Cada día menos gente se dedica a la agricultura, y para un sistema de consumo desenfrenado eso es un índice de civilidad; sin embargo las comodidades obtenidas por el uso de maquinaria más especializada no alcanzan a llegar a las familias que viven de producir nuestros alimentos y no hablamos de cosas como un Iphone o una computadora, hablamos de cosas sencillas como los servicios básicos o los derechos a la educación, a la vivienda digna o la posibilidad del ingreso a la Sociedad del Conocimiento.

Queda pendiente la tarea de dignificar el campo, que abandonarlo no implique acceso al bienestar; que el agricultor tenga la posibilidad de desenvolverse no sólo en su comunidad, sino de participar en las comunidades que desarrollan las agrotecnologías.

Biotecnologías

Mientras llega el fin del mundo; investigadores de diferentes partes del mundo someten tecnologías ancestrales a estudios metódicos para averiguar los beneficios que pueden aportar esas técnicas que pueblos de diferentes regiones del planeta fueron descubriendo al paso de las milenios a través de la historia de las civilizaciones.

La biotecnología podría ayudar a contaminar menos los mantos acuíferos y los alimentos de consumo, a producir las cantidades similares sin el uso de pesticidas que destruyen la biodiversidad junto con las plagas de la siembra. Su introducción podría mejorar la competitividad y la productividad.

Las biotecnologías comprenden técnicas mejores métodos de siembra y cultivo, el uso de insectos para la polinización o control de otros insectos que son plaga para la cosecha y demás mecanismos para lograr una buena producción agrícola sin el usos de venenos para el planeta, otros animales o el mismo ser humano.

Pero más allá de cómo y cuánto se produce; lo que interesa en este artículo es que la tecnología implementada apoye a la familia a participar en la innovación de su oficio a través de las políticas públicas necesarias para integrar al campesinado en el bienestar social y dejarlo de verlo como un peón. Es posible que una mejor distribución del bienestar inicie por regresarle la digna vida a quienes producen los bienes.

¿Pero qué podemos esperar de un gobierno que le ha declarado la guerra a la incipiente ciencia hecha de nuestro país?

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