Cuando eres niño, las cosas son totalmente diferentes a cómo puedes llegar a verlas en la estúpida adultez. Nada tiene intención, solo es, uno no se anda preocupando por absolutamente nada… bueno, sí se preocupa uno, es por la nada.
Un accidente automovilístico puede resultar más pacífico de lo que cualquiera podría pensar, solo los niños entendemos esto.
Era de tarde, una tarde de pequeñitas manchas que podrían parecer pinceladas de color rosado, naranja, amarillo, explosioncitas de nubes, muy tranquilo el camino íbamos en la camioneta de Louis, el esposo de mamá.
Ese sujeto me agrada, no le gusta que le llame papá y desde luego, no me nace hacerlo, siento que mis ojos se ponen en blanco y una punzada en mi frente me detiene a decirlo, por eso no lo hago, no porque no le guste a Louis.
La camioneta es negra y veloz, me gusta mucho ir a solas con Louis, maneja rápido como me gusta, a veces, cierro los ojos e imagino que solo me muevo en el tiempo, como andar deambulando sobre las manecillas del reloj, pero caminando al revés. Se siente tan bien, que me dan ganas de orinar, claro, soy un chico limpio y siempre me aguanto, jamás he disgustado a Louis.
Esa tarde era magnifica, realmente me gustaría regresar a ese gran momento de las manecillas para sentir el aire frío en mis pestañas. Me gusta mucho recordarlo, es la sensación más fantástica que jamás podría sentir, pues de hecho jamás la podré sentir otra vez. Perdón, dice mi mamá que a veces a uno se le mete el mar entero a los ojos.
2000 kilómetros por hora, tal vez más, no lo sé, el tiempo iba lento mientras nosotros nos movíamos rápido, íbamos tan rápido que… CRASH. La emoción me carcome mis uñitas, como cuando veo el arco iris, fantástico ¿no?
¡CRASH! Una y otra vez por favor. Mamá salió volando, yo lo vi todo, como siempre, volando como Wendy de Peter Pan, los cristales a su alrededor eran como los polvos mágicos que Peter Pan les lanzaba a los niños para poder volar.
¡QUÉ BONITA SE VEÍA! ¡CRASH!
¡CRASH, CRASH, CRASH! No pude ver lo genial que se vio Louis pues, después de que mamá volaba fuera del parabrisas, puedo asegurar, que en mi cabeza crecieron los chicharos mágicos, pues de pronto, yo ya no veía la tierra, ni la camioneta, todo se volvió oscuro, calmado, como cuando fui a la playa y el mar se llevó mi pelota, ahora yo, soy la pelota.