Para Caramelo.
0.
Todo es plagio. Incluso el título de esta columna que es literalmente el título de la alucinante y alucinada novela de Israel Pintor que, a su vez, y con los debidos créditos, la toma de un artista. “Un día lee a Warhol y coincide con él: deberían existir cursos de belleza, amor y sexo”.
1.
“Una cosa no es bella porque te guste, te gusta porque es bella”. Con ese casi trabalenguas comenzaba siempre su primera clase un maestro de historia del arte. No tenía otra intención que colocar los ojos de todos sus alumnos en lo externo, en lo otro, en lo contemplado. Quería evitarles la falacia de hacer de la mirada el instrumento de la belleza colocándola en el lado del objeto. Y continuaba explicando que toda belleza es creada. Ese cuadro, esa escultura, las variaciones o una película son siempre obra de alguien más, de alguien que sabe que la única manera de sobrevivirse en este mundo para siempre es la belleza, una belleza compartida.
“El mérito es de la genética”, contestaba una vieja amiga a quien elogiaba su belleza, poniendo de manifiesto la misma teoría que la del docente. La única diferencia, mínima pero fundamental, es que mientras que en la obra de arte es fácil distinguir la mirada y lo mirado en la vida real, en la cotidianeidad, la belleza se pone en el ojo de quien mira. A nadie le gusta algo o alguien que no sea bello. Y si en arte se rompen géneros, en la vida aun más.
Incluso en la naturaleza la belleza de un paisaje, de un pájaro muerto al pie de un árbol, del perfil de una montaña, hay alguna mano detrás. Algunos la llaman dios, otros azar; unos diseño inteligente, otros prueba y error.
Sea como sea, lo único que nos queda por hacer es rendirse a la belleza, contemplarla y agradecer a quienquiera que la haya creado.
2.
“De la vista nace el amor”, dice el refrán popular condenando a los ciegos a una vida sin amor. Suponiendo que el adagio popular sea cierto, ¿cómo mirar?
Y, como en el arte, las respuestas son, aunque todas llevan al mismo camino, tan diversas y múltiples como individuos hay. Hay quien cae enamorado, o cree caer enamorado, a primera vista. Hay quien lo hace la segunda vez que ve a alguien. Hay quien tras mirar muchas veces, decide enamorarse. Hay algunos, menos, aun mirando toda la vida no lo hacen nunca. No es difícil entender la mecánica; aunque no haya una sola regla o un método.
Y más complejo aun es que, ya que es un juego de dos, y a veces de tres o de cuatro, cómo mirar, el hecho de cómo ser mirado. A diferencia de las obras de arte que obligan a una mirada de una sola dirección, el amor debe ser un juego de mirada (y, por supuesto, de llama) doble. Y de que esas dos miradas confluyan.
3.
¿Y el sexo? “No sé cuál es la pregunta pero la respuesta es sexo”, escribió Woody Allen.
PD
“En lo que respecta al matrimonio, el amor sexual y el modo o la posibilidad de que dos personas pasen juntas un tiempo o la vida entera, creo que en el fondo no tengo una visión de conjunto, sino sólo fragmentaria y frágil; pero también estoy seguro de que nadie sabe mucho al respecto, ya esté a a favor, en contra o sea neutral” (James Agee).