Las riquezas natural, cultural y gastronómica de Veracruz no son ningún secreto. “Solo Veracruz es bello”, dice la frase más famosa para evocar al estado más largo de todo México. Quizás es por ello que ha sido seleccionado nuevamente como estado invitado para la edición 53 del Festival Internacional Cervantino. Digo nuevamente porque en 2001, cuando se instauró la categoría de “estados invitado” dentro del FIC, fue el primero. Esto convierte a Veracruz en el único estado en la historia del festival que ha sido invitado en dos ocasiones, algo digno de mención si tomamos en cuenta que hay varios estados que jamás han ostentado dicha invitación.
La cantidad de cosas con las que ha llegado Veracruz a Guanajuato no dejan nada qué desear. Hay, por ejemplo, un escenario con funciones gratuitas de música veracruzana casi a diario en la Plaza San Fernando; lector, lectora, no dejes de visitarla si gustas de un buen café y bailar algún son jarocho. La Casa Veracruz también deja la vara en alto al llegar no con uno, sino con varios puestos de comida, un pequeño mercado de artesanías y su propio escenario para más espectáculos.
También hay, por supuesto, funciones agendadas en los distintos recintos del festival. Tal es el caso del evento Hombres Tierra, estrenado en 2016 y que forma parte de una trilogía que, dicho sea de paso, hubiera sido ideal poder apreciar completa. Este contempla a más de una agrupación artística: los Jóvenes Zapateadores, grupo de danzantes gestado en 2004, y Son Luna, reconocida agrupación de son jarocho que existe desde los años 90.

Hombres Tierra se presentó en el escenario del Teatro Principal, en la ventosa tarde del pasado martes 21 de octubre, ante un público que agotó las entradas desde varias semanas atrás. El inicio fue ameno, casi íntimo, con Son Luna llegando al escenario desde el mismo lugar por el que entró la audiencia y sentándose en las escaleras que llevan al mismo para platicar con el público antes de que el telón se abriera. Entre bromas, se presentaron advirtiendo que el humor jarocho es pícaro y mal hablado; “para que nadie se vaya a sorprender” agrega el solista Ernesto Luna, quien también aprovecha para comenzar a platicarnos, casi a forma de chisme, el contexto histórico existente detrás del espectáculo: las comunidades afrodescendientes en Veracruz.
Una vez abierto el telón, los Jóvenes Zapateadores no se hacen esperar y se apropian del escenario con una danza con la que parecen estar a mitad de un trance, donde ninguna bailarina o bailarín detiene su movimiento, que se vuelve cada vez más acelerado, caótico y, en un punto, incluso roza en lo sexual a momentos. Esta narra el comienzo, la llegada de esclavos africanos a nuestra tierra y el cómo fueron tratados, así como la manera en que ellos usaban el baile para distraerse de su realidad.
Luego siguió una danza más tranquila, ya no en frenesí, sino con herramientas de campo para bailar, con las que participan en el ruido percutivo que producen las y los músicos, cuyas letras versan sobre la vida cotidiana una vez que llegaron a Veracruz. El ritmo es verdaderamente contagioso y todas y todos los danzantes lucen dichosos.
La historia avanza con la llegada de la cultura española para asentarse en las mismas comunidades dando paso al mestizaje, representado con una danza entre una mujer con traje flamenco y un hombre con ascendencia africana.
Los jaraneros van contando, durante toda la obra, las historias de su tierra. Nos recuerdan que las raíces del son jarocho se localizan en África y apenas, en 2019, se les reconoció como pueblos afrodescendientes en la Constitución Mexicana.
Algo que deja en claro este tremendo espectáculo es que la historia sobre estas comunidades apenas comienza a visibilizarse, a tener espacios jurídicos y culturales para ser debidamente contada. Qué fortuna poder presenciarlo y que el FIC sirva como puente para esa diáspora narrativa.

Hombres Tierra
Jóvenes Zapateadores y Son Luna
21 de octubre de 2025
Teatro Principal