Quienes me conocen sabrán que he sido un geek desde que tengo memoria. Cine, libros, videojuegos, animación, en mi vida me he fumado alegremente todo lo que tenga que ver con ciencia ficción, fantasía y creaturas y mundos extraños. Por eso debo reconocer, querido lector, que no sabía nada acerca de The Dark Crystal: age of resistance, la nueva serie de Netflix, ni mucho menos de The Dark crystal (a secas) la película de Jim Henson de 1982, y eso que me crie con Plaza Sésamo y Los Muppets, ambos programas encabezados por el genial marionetista.
Así, pues, he fallado como geek, pero no hay problema, porque me fumé la serie de inmediato. O bueno, me fumé dos capítulos y luego me fui a dormir. Al día siguiente me di cuenta de la existencia de la película. Todo está en Netflix, así que me fue fácil ponerme al corriente. Vi la peli y luego la serie, que vendría a ser su precuela.
The Dark Crystal o El Cristal Encantado, como la bautizaron nuestros infalibles traductores ochenteros, es una peli de fantasía épica hecha con marionetas. La historia ocurre en el lejano y antiguo mundo de Thra, un planeta mágico y místico que orbita en torno a tres soles y que está repleto de plantas exóticas y animales extraños, algunos adorables, otros un tanto repelentes. En este planeta hay un cristal, el dichoso cristal encantado, que es algo así como el corazón del mundo. Hace mil años llegaron unos seres llamados Skekses, seres parecidos a buitres gigantes, que comenzaron a utilizar el cristal para su beneficio, drenándolo de su energía vital para alimentarse de ella y volverse inmortales.
En este mundo vivían antes los Gelflings, una especie semejante a los elfos, pacíficos, inteligentes y nobles, que fueron drenados hasta la extinción por los antedichos Skekses. Pero no todos, porque la película nos presenta a Jen y a Kira, nuestros héroes, que tienen la misión de encontrar un fragmento del cristal encantado (por razones que sería prolijo explicar aquí) y devolverlo al Cristal.
La peli sorprende por su manejo de las marionetas y las miniaturas. El grado de detalle de los sets, las diferentes variedades de plantas y animales, los paisajes, todo ello da la impresión de que existe en un mundo más amplio, interesante por sí mismo, más allá de la historia relativamente pequeña que nos cuenta la película (lo digo porque dura apenas una hora y media, y eso que tiene una introducción bastante larga, pero no aburrida).
En fin, precisamente esa debe haber sido la impresión de quienes vieron la peli en el cine, porque existen también cómics y algunos libros que exploran el mundo de Thra y del Cristal Encantado, pero nada como el material original.
Hasta ahora que Netflix entrega The Dark Crystal: age of resistance, la serie. Con diez capítulos de una hora, esta precuela tiene bastante más tiempo para explorar el mundo planeado hace casi cuarenta años por Jim Henson. El Jim Henson Crature Shop está involucrado en el diseño de producción, así como el diseñador original de las creaturas de la película Brian Froud. Además, las hijas de Jim Henson están como productoras ejecutivas, por lo que, de entrada, se nota que hay una gran respeto y cariño por el legado del filme original.
Y la verdad es que la serie es espectacular. Las marionetas y el doblaje son excelentes, y todo en el diseño de producción está hecho con una gran minucia y atención a los detalles. Visualmente es impresionante, técnicamente es bastante innovadora y conceptualmente es atrevida. Hoy, en pleno 2019, en que todos sabemos lo que se puede hacer con las imágenes generadas por computadora, el equipo detrás de esta serie tuvo la osadía de rescatar el arte de la narración por títeres. En una de mis escenas favoritas de la serie, dos personajes muestran a los protagonistas la verdadera historia de Thra mediante “el antiguo y noble arte de los títeres”. La escena me gusta porque detecto en ella un guiño metatextual, una indicación de cómo los creadores de esta serie se ven a sí mismos y a su oficio.
La serie, decía hace un par de párrafos, tiene más tiempo de explorar el mundo de Thra, y no decepciona. De entrada, al ser una precuela, se remonta a tiempos en que los Gelflings aún vivían, si bien bajo el yugo de los Skekses. Se nos habla más de la organización política (matriarcal) de los siete clanes, de sus diferentes culturas y tradiciones. También hay más animales y creaturas alocadas, y pueblos enteros de Podlings.
Pero no se me malinterprete y se piense que esta serie es precisamente infantil. Sí, hay muchas marionetas involucradas y una trama fumada sobre un cristal y la esencia vital de un planeta; pero también hay escenas francamente grotescas que involucran a los Skekses, su decadencia moral y física, su profunda miseria y corrupción, la manipulación con que han logrado gobernar a los Gelflings durante mil años, el abuso y las vejaciones que infligen a sus esclavizados súbditos, escenas de asesinatos, de mutilaciones, de tortura.
Y es que la fantasía y la ciencia ficción no son ventanas escapistas, sino maneras de establecer discursos indirectos sobre el mundo: en este caso discursos sobre el colonialismo o el neoliberalismo, sobre el uso desmedido de los recursos para beneficiar a una clase insaciable, sobre la manipulación mediática, sobre la relación entre los gobernados y aquellos a quienes hemos puesto en el poder. Cosa irónica, sin utilizar un solo personaje humano, The Dark Cristal: age of resistance, es una profunda exploración y representación de lo mejor y peor de la humanidad.
Completamente recomendable, y es mejor verlas en el orden en que salieron.
Como un amante de la ficción y como un aprendiz de escritor, me quito el sombrero.
__
Esteban Govea (1988) es un escritor guanajuatense radicado en la Ciudad de México desde 2006. Es licenciado y maestro en filosofía por la UNAM, con especialidad en estética. Estudió guion de cine en el CCC. Es autor de Sexto sol, La música cósmica y La poética robot, todos ellos disponibles en Amazon. Está en Facebook.