Desde el día cero así se sintió y así se mantuvo: este fue el Cervantino de la incertidumbre.
En la rueda de prensa final, los dirigentes de las dependencias culturales del estado, del ayuntamiento y del Festival Internacional Cervantino rindieron con orgullo su informe. Números tras números se exponían jubilosamente, como el que este año la participación de artistas guanajuatenses incrementó el 60%; que las sedes universitarias se duplicaron; que el aplaudido diseño del FIC fue obra de una estudiante; que 1,500 personas en 19 comisiones estatales trabajaron en el festival; que 25.3 millones de pesos fueron invertidos en esas labores, de los cuales 7 millones se destinaron a limpieza–y sí que se notó, al igual que la limpia de los visitantes–; que 1,200 elementos de seguridad velaron por la paz en las calles cervantinas –como manadas parsimoniosas se les vio por los callejones–; que hubo 810 detenidos por faltas administrativas, como el consumo de alcohol –“lo cervantino es tomar con moderación”, decía la torre de vigilancia en el centro–, orinar en la vía pública, escandalizar o vandalizar; que el alcoholímetro estuvo en operación sin descanso; que 24 individuos fueron llevados al ministerio público por hurtos domiciliarios y posesión de sustancias ilegales; que 68 comercios ambulantes fueron retirados por carecer de un permiso fiscal; que se realizaron 363 inspecciones a bares; que se implementó un operativo en la calle subterránea cuando la lluvia hizo de las suyas –canceló eventos y, aun con la advertencia, los recintos nunca se adaptaron–; que al municipio “no le gusta molestar” y sí “que a la gente le vaya bien” pero bajo sus aranceles; que el gobierno guanajuatense es muy diplomático, pues agradece la intervención de la Guardia Nacional en las comunidades del sur y reafirma su disposición a colaborar con la federación porque “hemos demostrado al país y al mundo que en Guanajuato tenemos la capacidad y eso es grandeza”, que aquí “el arte y la cultura poseen un efecto multiplicador” para reafirmar esta tierra como el “destino cultural de México”.
Justo en estos momentos de transición y turbulencia nacional, el FIC se vislumbra por momentos como un pretexto para la reconciliación. Los dirigentes repiten de vez en vez “los diversos niveles de gobierno trabajamos en conjunto, siempre en estrecha coordinación”; pero más que la colaboración armoniosa –seguramente cargadísima de piedras de tropiezo en la eterna lucha por el poder y el ego–, saltan filosas las interrogantes sobre quién, a fin de cuentas, es el responsable de dar la cara y aceptar las críticas sobre lo evidente y menguante, aunque no coincida con los datos, por más amparados que estén en las bases electrónicas de seguimiento.
El Gobierno de México, representado por la directora del FIC, Mariana Aymerich, toma la palabra afable y sonriente. Conscientes están ella y su equipo sobre la necesidad imperiosa –contradictorio a la tan presumida concurrencia contabilizada– de recuperar al público perdido; ante su perspectiva, positivas son las cifras recolectadas en taquilla, pero los espacios a medio llenar manchan de escepticismo su discurso victorioso. Esa es la interrogación de los veteranos periodistas, cosa que ella por experiencia –lo dijo hace poco en una entrevista para un periódico masivo– también se cuestiona: ¿por qué las calles estaban tan vacías? “Hay puntos a perfeccionar”, admite y enlista la reconsideración de los espacios y escenarios, la logística y el replanteamiento del trabajo interinstitucional, los procesos curatoriales para ampliar la selección de artistas y espectáculos. Un voto de confianza bien merecería esta administración por su trabajo arduo so pretexto del poco más de medio año de transición y la reducción del 20% (20 millones de pesos) del presupuesto, con la aclaración de que los ajustes financieros se hicieron al interior –nada tiene que ver la falta de imagen pública (eso fue por petición del edil para no opacar la belleza colonial de la ciudad), ni los tan reclamados y ausentes programas de mano (ineficientes, por no decir inexistentes, en su aplicación digital)–.
Las cifras alegres –como siempre en este país– pueden creerse y aceptarse, si no es que ignorarse al igual que todos los cambios fallidos en este intento de prueba y error, pero lo que no se perdona es la incertidumbre. Por primera vez en muchísimos años se desconocen los nombres del país y el estado invitados para la siguiente edición. ¿Es eso otra evidencia de la crisis ya notable? ¿Tan mal está el país y el mundo para participar en una fiesta de la cultura? ¿Continuará el Festival? Las respuestas aluden al deseo por mejorar el trabajo orgánico bajo una pauta alineada, pero frente a esa indefinición, para un público acostumbrado a la emoción de la víspera, mejor es la nada.
Otro aspecto polémico de este FIC fue la presencia del estado invitado. Aunque la elección correspondió a la administración pasada, quizá a manera simbólica de reconciliación y enmienda por el abandono ante la violencia y la pobreza desde hace décadas en ese territorio, al nuevo gobierno también le es simbólico como reiteración de una política de rescate. A diferencia del país invitado, Canadá, quien en su casa bien producida albergó un festival propio y simultáneo, Guerrero se hizo notar no por los eventos en la programación, sino por su tigrada y diablada, además de un par de fandangos con mezcal, interviniendo las calles durante el primer y último fin de semana. El concierto de clausura compensó la ausencia del folclor tan esperado, así como todas las críticas ya referidas donde pesaron más los bajos que los altos.
De gala, y para sorpresa de todos en la tercera presentación de la Orquesta Sinfónica de Acapulco (OFA), el tenor Javier Camarena (aunque veracruzano) fue cómplice de la celebración de los 170 años de la fundación de Guerrero, en una noche deliciosa y serena. Acompañados por el pianista cubano Ángel Rodríguez y la soprano Karla Gardeazabal, Camarena y la OFA interpretaron por una hora canciones canónicas para la ópera, a lo cual le siguió una muestra de piezas y boleros característicos de la tradición mexicana, como “El danzón número 2” y “Por los caminos del sur”, cuya ejecución orquestal dejó en claro el valor y la grandeza que representa para la OFA su cultura regional, rasgo al que le debe la mayor parte de su renombre. Después, “Alma mía” en voz de la soprano creó un ambiente de embeleso hasta en los rincones más altos de la gradería, y enseguida la voz del cantante, recientemente aclamado en Nueva York, dio vida a los clásicos “Tres palabras”, “Perfume de gardenias” e incluso a la “Bachata rosa”. Luego, enfundado en un saco blanco, el concierto se transformó en un homenaje al recién fallecido José José, con un popurrí que incluyó “Volcán”, “Gavilán o paloma”, “Lo que no fue, no será”, “Lo pasado, pasado” y “El triste”. Finalmente, el mariachi se hizo presente y ambos cantantes alternaron la interpretación de sones enigmáticos, como “Cucurrucucú paloma”, “Tristes recuerdos”, “México lindo y querido” y hasta la canción de banda “Terrenal”.
Ya fuera de etiqueta o la mexicana, los artistas, especialmente Javier Camarena, recibían las ovaciones dignas de la culminación de la “fiesta del espíritu”. Tan deleitable fue la experiencia que los asistentes permanecieron en sus asientos pidiendo prolongar la muestra del indiscutible talento del tenor. Con la venia de los músicos quienes también coreaban el llamado, él respondió complacido, entre bromas y agradecimientos, durante casi media hora más cantando “Malagueña”, “Caminos de Guanajuato”, “Per te volare” y “Nessun dorma”.
Los fuegos artificiales llegaron bailando con los tiempos de una pista musical triunfante y en el aire imperaba un sentimiento de arraigo nostálgico por esta fiesta que nunca acaba, a pesar de que nadie sabe lo que acontecerá. Según las palabras de la mañana, el FIC es un monstruo que no para y, a pesar de la incertidumbre, la planeación para el próximo año ya está en marcha. Quizá se guarden como sorpresa hasta la siguiente inauguración, el 14 de octubre, los nombres tan ansiados de los nuevos invitados.
Javier Camarena y la Orquesta Filarmónica de Acapulco
Arias, zarzuelas y canciones mexicanas
27 de octubre de 2019
Explanada de la Alhóndiga
Fotografía: cortesía FIC