Antes de que la pandemia encerrara a todos en casa, padres y maestros ya estaban insertos en la cultura del agotamiento, el encierro y la educación a distancia has traído consigo dos factores sicológicos que deben cuidar para mantener la salud mental de sus comunidades. Profesionistas y progenitores alienígenas y migrantes digitales veían con desconfianza y recelo parte de las tecnologías que ahora deben usar para mantener contacto y poder rescatar lo que se pueda del proyecto educativo de los menores.
Los logros de una comunidad escolar dependen de la relación entre las madres y padres de familia, maestros, alumnos y autoridades educativas. Sin embargo, el gobierno decidió autocráticamente que las televisoras más grandes transmitieran algunos contenidos como apoyo para los educandos; optó por velar que la custodia y responsabilidad de que los estudiantes realicen sus deberes escolares ahora son competencia de los padres y no de los maestros.
Así, el gobierno impuso doble carga a padres y profesores en la educación del estudiantado.
Cero en gobernabilidad
Padres y maestros aquejan grandes vacíos de información en el sistema educativo virtual que inició este lunes 24 de agosto, mientras tanto, los políticos federales se felicitan entre sí y se congratulan por los logros realizados.
Por un lado, las miles de madres y cientos de padres de familia aquejan un abandono de parte de las instituciones educativas y de gobierno, porque desde la información sobre la estrategia a seguir hay un vacío evidente. Durante la primera semana de clase, madres y padres se quejaron en el primer día de clases de cambios en la programación o que se requiere material no planeado, por ejemplo.
Aunque desde el inicio de la pandemia los estudiantes y tutores reclamaron reducir los trabajos y tareas en casa; exigencia lógica dada la situación estresante del encierro por la pandemia. No obstante, el proyecto educativo no ha reducido sus planes y contenidos para evitar estresar a las niñas y niños y a sus cuidadores.
En el otro lado de la pantalla se encuentran el profesorado que ha tenido que salir del aula, espacio para el cual ya estaba preparado y sabía dirigir. Los docentes ahora deben manejar herramientas como Power Point y Zoom, cuyo consumo lleva menos tiempo que el de creación. La preparación de la clase frente a la pantalla les lleva tiempo extra del lapso que se tomaban para preparar la clase y, aunado a ello, recibir preguntas y dar respuestas a distancia también lleva tiempo adicional a la dinámica dentro del aula de resolver dudas. Aun así, su trabajo y dedicación es percibido como una labor de menor esfuerzo a la realizada presencialmente.
Añadir tiempo para sus tareas, además de la reducción del esfuerzo percibido puede llevar a los docentes a un sobreesfuerzo que contribuye en el agotamiento de la persona mas no en la mejora de los contenidos o en la optimización de la dinámica enseñanza-apredizaje entre los maestros y maestras y su alumnado.
De estos riesgos ya se habían percatado especialistas, sin que a los gobernantes se les quitara el sueño para imponer el programa educativo actual.
Agotamiento, estrés y el cargo de la ciudadanía digital
Los efectos sicológicos y sicofisiológicos del encierro en todo tipo de animales, incluyendo el ser humano, ya están detallados en múltiples estudios y, aunque los trabajos sobre el agotamiento o “burnout” son escasos en nuestro país, ambos tienen repercusiones perjudiciales para la salud mental de quien los sufre por separado. Además de los dos factores anteriores, en el caso de los alienígenas digitales se debería hablar de la conmoción sufrida por el tiempo de uso de las nuevas tecnologías.
El simulacro educativo que el gobierno insiste en llevar adelante reúne dos de las variables más peligrosas para alumnos, madres de familia y docentes. Los tres grupos están más enfocados en cumplir con estándares irracionales de productividad que con proteger su salud y la de su comunidad escolar.
Aunque con sus limitaciones, los estudiantes están acostumbrados a las nuevas tecnologías y cuando no las posen por completo es un bien que desean; pero los padres y maestros que no han nacido en la era digital, tienen un desgaste emocional que se incrementa mientras más tiempo pasan usando una tecnología que les resulta extraña.
Las comunidades escolares deberán resolver, pues parece que las autoridades no están interesadas en solucionar las fricciones sociales entre alumnos, madres y profesores para disminuir la carga sicológica de la educación a distancia.