De todos: la culpa y la pasión por Joan Carel

Cortesía FIC

Luz de velas alumbra el recinto entre los palcos y trece individuos vestidos de luto deambulan bajo el escenario. En sus miradas y reverencias, como si quien observa fuera una especie de deudo, anuncian lo que ocurrió, lo que está por ser escenificado, el dolor que es de todos.

En la penumbra y entre los trece cuerpos, emerge la divina luz, un solista. Esta es la pasión según San Mateo, según Sebastian Bach (aunque no es una ópera), según Tamir Ginz desde Israel y la Kamea Dance Company, según los ojos de quien atestigua, de quien siente mientras contempla.

La coreografía narra la unción, la última cena, la expiación, la traición, el juicio, los azotes, la crucifixión, el descenso y el entierro de la figura central del Cristianismo. El movimiento deviene constantemente entre el cuerpo colectivo como una reacción en cadena ininterrumpida; la danza es un proceso continuo e hipnótico, hilo conductor del relato que se desgrana y reúne, extiende, cimbra y palpita en conjunto. El silencio fúnebre marca el pulso luego de cada pieza, como preludio de apertura y hasta el cierre. Los ángulos oscuros, las sombras y el ambiente, ya suplicante, ya solemne, son creados al interior de la misma coreografía a cada momento.

Angustia y dolor es lo que grita visualmente el cuerpo níveo del protagonista; el movimiento expresa lo que los ojos expectantes quisieran gritar, lo que gritan enmudecidos desde hace tiempo. La seducción se hace presente con una figura femenina y el gesto se transforma en pasión… en culpa… en pasión… El hombre intenta huir, huir de sí mismo, mas sucumbe a un erotismo simbólico evidente: él, con el torso sin manto; ella, con la cadera y las piernas desnudas. Pasión… culpa… pasión… amor… El desasosiego se calma en un encuentro que se torna sagrado: unión y plenitud. Sin embargo, el clímax se infiere en la mirada de quien contempla, al interior de una psique en conflicto por sus deseos y temores. El clímax llega luego, pero es muerte, un grito desgarrador de todas las voces ante la cruz que trastoca y ensordece.

En el intento por construir un mensaje de hermanamiento en esta obra, el coreógrafo judío-israelí ha enunciado que todos somos Jesús, que él es uno de nosotros. El alma que se ha debatido en su asiento durante toda la función al fin descubre que es cierto, que en lo vil y en lo sublime, en la humanidad llena de claroscuros e inherente al ser divino, él fue como nosotros, él entiende…

 

Kamea Dance Company
Mätthaus-Passion-2727
18 de octubre de 2022
Teatro Juárez

Fotografía: Carlos Alvar (cortesía FIC)

 

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