Despalabrado por Iván Alejandro Díaz Acevedo

Fotografía de María Paola Garrido Barrera

¿Que si me siento nostálgico? No lo creo, más bien me siento agridulce, me siento con la paz serena que sólo puede brindar la soledad. Sobra mucho espacio en esta recámara, es verdad, la ausencia de compañía pareciera tener su propio nombre y su propia voz, a veces me sonríe y me cuenta historias de los fantasmas de las navidades pasadas, a veces me sostiene con sus brazos llenos de profundos silencios y me dice con ternura: “buenas noches”.

Mi vida es un diccionario repleto de palabras sencillas con significados y colores diversos, podemos encontrar palabras como “retrospección” que nos cuentan el relato de la visión de un camino azul que se extiende hacia el pasado; palabras como “encuentro” que nos explican que dos puntos rosados pueden coincidir en la aleatoriedad de los acontecimientos del mundo.

¿Cuál es el significado de ese significante al que señalo con el pronombre personal en tercera persona: “ella”? Desconozco la respuesta exacta, sólo sé que ahí donde se encuentran los límites de mi lenguaje, ella se levanta eclipsando todo aquello que no tiene su nombre escrito. ¿Y si el amor no es rojo?, ¿y si es amarillo?, ¿y si el futuro no es un horizonte sino una espiral? No sabría responderlo, sin embargo, aquí nos vemos de nuevo en el milagro amarillo de la casualidad rosada del encuentro.

Hay muchas cosas que ignoro, muchas cosas que están más allá que acá en mi colorido diccionario y es que ante el fenómeno inesperado de su compañía, las palabras huyen y colapsan como fuegos de artificio en un cielo nuevo, en su cielo abierto que se declara anti retrospectivo, ¡el pasado azul está muerto porque nosotros lo hemos olvidado! Nos despertamos juntos en esta recámara ahora ya no tan vacía y el agridulce de mi le dice: “buenos días”.

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