Se escucha el despertador, se levanta lo mas rápido que la gravedad permite, no tiene tiempo de ver la hora pero no es tarde como para correr, sus ojos se mueven de un lado a otro como cazador de tesoros: sudadera para ocultar la pijama, jeans, tenis sucios, llaves, lápiz, papel, audífonos, el móvil, todo abandonado en el vacío de un pequeño morral, es que a ese objeto no se le podría llamar mochila. Ahora si es momento de correr, un golpe con la puerta que determina el final y el inicio de la aventura cotidiana, avanza sin ningún toque de gracia, despeinada, intentando no caerse con su pensamientos o sus agujetas desabrochadas, en la orilla de la banqueta dando brincos insignificantes pero que tomando en cuenta las condiciones pueden llegar a ser mortales, casi toca el cielo con su mano al querer llamar la atención del ineficiente transporte público que en cuestión de segundos decide terminar con sus esperanzas, empapada y con un gramo encima de dignidad se cierran sus ojos, suena el despertador.
Despierta por Coralia Mares
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