El 12 de octubre se conmemora el arribo de las excursiones mercantilistas de España a América, teniendo como hecho histórico el arribo de la expedición de Cristóbal Colón a las Antillas el 12 de octubre de 1492.
Dicho acontecimiento rememora el inicio del proceso de colonización de la ahora identificada como Latinoamérica o Iberoamérica; la orientación ideológica con que se aborda este episodio de nuestra historia, es la que acaba denominando esta fecha cívica: así es “Día de la Hispanidad”, “Día de la Raza” o “Día de los Resistencia Indígena”; el primero con un claro mote supremacista, el último con una intención reivindicativa y, el Día de la Raza, más comúnmente usado, con una connotación multiculturalista o integracionista, recientemente se pretende renombrar a “Día de la Diversidad Cultural Americana”.
Episodio que, en México, aún llena de apasionamientos las opiniones de muchas personas, es en realidad parte de nuestra identidad y parte de la construcción de la llamada mexicanidad, misma que en el proceso de mestizaje acontecido, contiene amplias raíces de todas las civilizaciones y culturas que convergieron en el proceso de colonización. Rescatar el valor y la riqueza de cada una, es tener conciencia de la necesidad de la tolerancia y la necesaria inclusión que conllevan los procesos migratorios con sus conflictos, drama humano, adaptación poblacional y evolución social que propician; también, refrenda el compromiso de reconocer los derechos despojados a los pueblos originarios que fueron desplazados, hoy en Yucatán, el conflicto de #Homún es un ejemplo de cómo la colonización comercial sigue pasando por alto esta dignidad.
Este día me trae a la memoria, un triste manifiesto que apenas hace una semana leí, donde el autoproclamado “Frente Nacionalista Mexicano” (mismo que ha marchado junto con el #FrenteNacionalPorLaFamilia contra los derechos civiles de mujeres y la diversidad sexual), se expresaba pidiendo la expulsión de los migrantes Haitianos y Africanos refugiados en las Baja Californias, bajo el argumento de poner en riesgo a la familia mexicana, utilizando frases como “la cultura haitiana y africana(sic) está basada en la inmundicia y la miseria que no tienen ni deben ser recibidos en México”.
El México racista que, muchas veces va de la mano del clasismo, sigue latente de la mano de grupos ultraconservadores que igual denuestan estilos de vida divergentes aún entre la propia población mexicana, que difunden prejuicios en torno a poblaciones migrantes, condiciones sociales o absurdamente con motivo del color de piel.
Tales racismos asoman su insidia lo mismo en las acciones que, con vehemencia, piden clausurar, criminalizar o atacar los pocos centros de derechos humanos en favor de los migrantes centroamericanos, o en las opiniones de nuestras colonias clase medieras vociferando sin rubor que las personas colombianas o venezolanas vienen a “a saquear a nuestro país y ocupar nuestros trabajos”. De igual manera, se reflejan en las acciones de un gerente de “Starbucks Reserve” que manda quitar a una anciana indígena que vende canastas en la esquina del establecimiento porque “afea su acceso”, o en el actuar del promotor de viajes que sin pudor avienta ácido muriático a la banqueta donde una niña maya de CanCún tomaba sombra del sol abrazador; igual, alguna vez lo enfrenté, en la opinión de un pariente lejano que me enfermó las tripas y me tragué para no hacer más grande el conflicto, quien señaló: “los que se van al otro lado son los pendejos y huevones que no han podido hacer nada mejor por México, los chingones nos la rifamos aquí(sic)”, esto a sabiendas que mi padre fue migrante por más de ocho años, acabé tomando sana distancia espiritual de éste.
Tales visiones también encuentran sus mercados y zonas de confort en siglas NRDA´s, VIP´s, o en absurdos argumentos que espetan sus falacias con un “es de nacos…”; más recientemente en semióticas sociales y estrategias publicitarias que utilizan la superioridad aspiracional de belleza y falso glamour para promover “otro México” que nos es el de los pobres, como los es el reality “Made in México”. A estas visiones hay que contenerlas, rebatirlas, aislarlas, boicotearlas o denunciarlas según sea el caso; conceder, aún con la indiferencia, es darles mérito.
Es importante que, como pueblo constituido por la herencia de migraciones históricas, aún las de los primeros pobladores de América, llevemos en la conciencia colectiva el respeto a todas las expresiones culturales de las personas y la solidaridad con los procesos migratorios que, por necesidad o circunstancia, les fuerzan a dejar sus lugares de origen; también es necesario mantener la conciencia de no excluir o privar derechos por estas realidades sociales. Esta es la lección principal que se debe rescatar en la conmemoración de una fecha como ésta en pleno siglo XXI
Reflejo de estos procesos históricos es lo que establece la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial, que sentencia sin margen a duda: “toda idea o doctrina de superioridad basada en la diferenciación racial es científicamente falsa, moralmente condenable y socialmente injusta.”
Nadie puede negar la veracidad absoluta de dicho principio, resultaría pernicioso, so riesgo de aislamiento o reclamo social mayoritario, pretender rebatirlo; no obstante, el racismo y sus diversas expresiones, siempre encuentran recovecos y justificaciones para lanzar su veneno, las más absurdas, sustentadas en la libertad de expresión, conciencia u opinión y sus variantes, el mejor ejemplo de esto es lo que hoy se vislumbra para Brasil.
Espero con amplia convicción que, el “Día de la Raza”, sirva como punto de partida para evolucionar hacia una verdadera concientización en la vigencia de dicho principio. Espero y actúo.