Drácula de Bram Stoker por Diego Martínez

Una de mis películas favoritas que engloba la perfección del séptimo arte confabulando grandiosas actuaciones, vestuarios, escenografías, maquillaje y música. Drácula de Bram Stoker dirigida por Francis Ford Coppola situándola como una de las películas distintas dentro de su gran filmografía y enfocándola por ser una de las mejores representaciones de la novela clásica dentro del Celuloide. Acompañado por las actuaciones virtuosas de algunos grandes como Gary Oldman como el Conde Vlad Dracula, Winona Ryder como Mina Harker, Keanu Reeves como Jonathan Harker y Anthony Hopkins como Abraham Van Helsing.

 

Gary Oldman nos brinda esta actuación sublime, virtuosa y cautivadora dentro de unos personajes de terror más icónicos de toda la historia de la literatura y símbolo de terror por excelencia de la cultura popular. Oldman nos presenta un dominio y maleabilidad de su voz tan características ya que para la representación del Conde Drácula este aprendió a disminuir una octava con el fin de obtener una voz más grave y áspera, además del elaborado y gran trabajo de maquillaje realizado para obtener sus distintas etapas como un Conde anciano y carraspeado, un hombre lobo lleno de lujuria y un vampiro sediento de sangre, cada una perfectamente amalgamada por una actuación que toca las fibras más sensibles. Su actuación causa perturbación así como podría enamorarnos con sus palabras tan románticas, elegancia y finura digna de la alta “Socialité” y burguesía de la época victoriana. La presencia tan monumental de Gary Oldman es tan emblemática que eleva su actuación del Conde haciendo icónica su representación digna de la talla de los grandes como Max Schreck, Béla Lugosi y Christopher Lee.

 

Gary Oldman llamado “el actor de actores”, uno de los actores más infravalorados dentro de la nueva corriente de Hollywood pero alabado por críticos y actores por una destaca carpeta actoral (Norman Standsfiel en The Professional, Zorg en The Fifth Element, Sirius Black en las sagas de Harry Potter y como James Gordon en la trilogía de Batman de Christopher Nolan), ofreciéndonos papeles camaleónicos, virtuosos y un dominio de su voz tan grandiosos que ni actores de la talla de DiCaprio, Johnny Depp o Ralph Fiennes podrían lograr.

 

Drácula de Bram Stoker nos ofrece una trama fuerte, que llena nuestra copa de romanticismo y pasión, cubriéndola de una lujuria, sed de sangre, misticismo y oscuridad cuya atmosfera y música nos sumerge poco a poco dentro de la vida del vampiro más renombrado, así como de los contrastes tan latentes dentro de la mitología vampírica aunando personajes característicos como el Dr. Abraham Van Helsing, experto en materia oscura sobrenatural quien nos representa a quien por deber natural debe luchar contras las fuerzas de la oscuridad, y Lucy Westenra que nos demuestra el otro lado de la lujuria vampírica que sofoca en un éxtasis mortal consumiendo a la víctima en un mar de sangre, dolor y deseo sexual.

 

La música a cargo de grandes compositores como Wojciech Kilar, compositor musical cuyos tintes musicales nos conllevan a este pulso de oscuridad y alimentaciones vampíricas tan profundas que rayan en la desesperación y agonía, así como un deseo desenfrenado por la sangre. Annie Lennox nos presenta su composición “Love song for a vampire” por ser la canción que cierra los créditos. Una de las participaciones más contrastante dentro de la generación de efectos es la de la Soprano Diamanda Galas por haber prestado su voz tan trascendental y de amplio espectro en el acompañamiento vocal de un grupo de mujeres vampíricas siendo un dato fílmico que genera un tono todavía más profesional y gótico a este joya cinematográfica.

 

No solo la atmosfera nos envuelve sino que nos alimenta este amor tormentoso del Conde por Mina quién poco a poco comienza a tomarle un amor profetizado y encarnado, cuya obsesión conlleva a utilizar todos los medios oscuros para hacerse de ella. Un elemento tan sustancialmente bien planteado es la dicotomía del monstruo Vlad, quien en su céntrico amorío desea tener a Mina a su lado por siempre, sin embargo es precisamente su naturaleza demoniaca la que lo detiene de obtener su amor puro y casto, provocando que el compartir ambas naturalezas sobrenaturales este egoísmo lo despoje de dicho amor de su amada.

 

El matiz tan envolvente entre Oldman y Winona Ryder nos intoxica con este amor venenoso y tan paradójico el cual borra la fina línea entre amor y fatalidad. Terror y amor es una combinación vertiginosa que vemos muy seguido en esta película que nos lleva de la mano en todo momento.

 

A pesar de ser una obra excelente también ha sido fuertemente criticada, las críticas más fuertes viene por la controversia en los cambios de actitud por algunos personajes ya que el Conde se nos presenta como un ser romántico, cuando en la novela no deja de ser frío y demoniaco hasta sus entrañas, Lucy se nos muestra como ninfómana descarriada y una niña consentida, cuando en su origen es una dama fina y de mucho pulso moral. No solo en comparaciones escénicas, sino en el desarrollo actoral, algunos consideran la actuación de Keanu Reeves como la “peor” que ha generado en su línea actoral por su actuación tan frívola y rígida, además de carecer un impacto sentimental en su personaje.

 

Esta película es una delicia del cine pues nos brinda una mezcla de elementos que se combinan de manera agraciada sin perder un tono poderoso y estoico, envolviéndonos en una trama preciosa y romántica que a la vez libera ese tinte oscuro e infernal entre dos creaturas que por muy similares que parezcan en su profetizado amor, son igualmente tan distintas por la diferencia de naturalezas, que hasta la fecha enfatiza en los límites del amor y hasta donde seríamos capaces de llegar por culminarlo.

 

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