E. – II Abstinencia por Mari Pineda

“Porque siempre que estoy perdida, puedo encontrarme en tus ojos.”

 

No recuerdo un solo día en el que pensara que estar sin ti, es una buena elección y es que jamás lo he pensando, siempre he creido que estar a tu lado es una de las mejores decisiones que he tomado. En cuanto a días difíciles y nublados; un ecosistema es siempre la suma de las cosas. Había creido la mayoría de tiempo, que no quería estar con nadie. Tenía la decisión constante de permanecer ocupada conmigo misma, viendo y sintiendo por mí.

En todas las vueltas que le había dado al sol; jamás había visto por la persona que estaba a mi lado, todo se enfocaba en mí; ¿Qué aportaba para mí? ¿Me gustaba cómo estaban siendo las cosas? Todas las preguntas tenían implícito el hecho de querer ver solo por mi misma. Obviamente había querido a muchas personas antes que a ti, ya sabes el típico cliché donde se supone que ves más por la otra persona que por ti; sin embargo no era mi caso.

Nunca vi por nadie más que no fuera Mari Pineda.

Llegaste tú, apuesto a que suena de lo más común del mundo, cursi y lleno de sentimentalismo sin embargo, es diferente y cierto.

Llegaste un día en el que tu llegada no tenía invitación, yo no tenía un cuarto de huéspedes disponible. No había espacio para nadie sin embargo, decidiste quedarte. Te quedaste en un pequeño lugar que tenía polvo y poco a poco fuiste habitándome más.

Ya no era solo yo, ahora éramos dos. Veíamos un horizonte de manera diferente, para ti era horizontal y para mí vertical sin embargo, eso jamás nos detuvo. Ya no eras el huésped que llegó sin invitación a una fiesta íntima, ahora eras el anfitrión.

 

No recuerdo con detalle cómo te adentraste tanto en lo que era mi vida, no sé cómo me hiciste pensar en alguien más que no fuera yo. Solo recuerdo que un día tú me importabas y ya no era solo el cliché de decirle a esa persona que estabas con ella, ahora de verdad estabas con ella. Ahora de verdad yo estaba contigo, te apoyaba y tenía un refugio para ti ante cualquier guerra que no pudieras ganar.

Paso el tiempo de la misma manera en la que pasan las estaciones. Hablando de algo más visual imagina las flores de un cerezo caer y florecer, un time lapse. Mientras las flores del cerezo crecían tú y yo íbamos siendo más que solo personas en la vida del otro. Ahora las opiniones importaban y eso cariño, jamás lo cambiaría.

Hoy los miedos existen, siempre están ahí porque de alguna manera son activadores que nos hacen sentir vivos sin embargo, estos miedos son más que solo inseguridades. De alguna manera irónica son miedos amigables.

Me da miedo -como ya te he dicho antes- que de alguna manera todo termine y no, no lo digo en la típica mala manera en la que esta frase es usada. Me da miedo que todo termine porque contigo todo es maravilloso. Desde una mañana desvelada con ojeras y “buenos días” aún con la voz siendo arrastrada, apenas perceptible, hasta una anécdota llena de emoción y gritos por lo vivido en el momento.

Lo llamo miedo amigable porque de alguna manera extraña me alegra que este miedo sea porque todo va bien entre nosotros, porque realmente me gusta estar contigo, porque eres el primer hombre que me hace ver por alguien más. Lo llamo miedo amigable porque no me hace sufrir agonia de que no estés, me hace valorarte más.

 

Había un libro que es completamente de desamor sin embargo, tiene un dibujo de una caja y en esta caja hay una leyenda grabada que dice: “Las intuiciones se tienen o no se tienen” y por primera vez en la vida puedo decir que tú me haces tenerlas.

 

Para Emiliano, de tu inconstante niña de emociones radicales.

Por jugarte el corazón todos los días conmigo…

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