El afecto obsoleto III. Una herramienta para coexistir Ricardo Yépez

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El mayor de los fracasos es la falta de cordialidad.

Susan Sontag.

 

La fragmentación social actual tiene a millardos de individuos encerrados en sus casas, en sus vidas, ensimismados y en franca competencia por obtener la aprobación, el reconocimiento y el afecto en lo que los estudiosos actuales han dado por llamar: mercado sentimental.

Me gustaría comprender un fenómeno mayor que las relaciones de pareja y abarcar esas otras relaciones humanas mencionadas antes, aunque reconozco comúnmente el ‘mercado sentimental’ se refiere sólo a las relaciones normativas de pareja.

La cantidad de redes sociales y de aplicaciones, páginas o servicios de emparejamiento ya debe alcanzar el millardo en el mundo. Muchos ya han hablado de cómo los desarrolladores de tales productos aprovechan un “bug” de nuestra precaria existencia: la necesidad innata de aprobación social.

Por otro lado, en nuestra vida “unplugged” la interacción entre esos primates digitales cada vez es menor, y las interacciones en las redes no han encontrado las fórmulas de “urbanidad” perdidas en la digitalización de nuestra convivencia.

Las palabras mágicas

Desde niños nos enseñan las palabras “mágicas” de la cortesía como por favor y gracias, con ellas se nos trata de inculcar el trato cordial con extraños y conocidos, ya que expresar nuestras peticiones sin más ni más puede ser percibido como una exigencia, del mismo modo para cualquier interacción, sin que nos demos cuenta usamos un archivo mental de fórmulas o expresiones para solicitar nuestras peticiones.

En actos como pedir algo, como en muchos otros usamos la herramienta de la lengua que en nuestra evolución social se ha vuelto tan omnipresente, practica y usada, que muchas veces nos sucede sin darnos cuenta de que usamos una herramienta ajena a nuestra condición biológica.

Un alemán medio tonto para explicar y retonto para escribir dijo en algún momento que “el lenguaje es la casa del espíritu” y por espíritu se refería a la vida mental, intelecto o inteligencia o consicencia. Así de impresindible se ha vuelto probablemente la primera tecnología que nuestra especie creo para sobrevivir. Descartes subordinaba la existencia al pensamiento, pero no podemos pensar sin palabras, y pensar no es la preocupación de estas páginas.

Para empatizar, condolernos, solidarizarnos y también enemistarnos, necesitamos de las palabras.

Los simuladores en desarrollo actuales como Replika, se basan en las expresiones propias de la empatía entre personas no virtuales.

Palabras mágicas que hemos olvidado brindarnos entre nosotros, porque estamos demasiado apremiados en tratar de resolver la vida de los demás y la propia. Cada día es más común escuchar repetirse alguna fórmula ya hecha: “échale ganas”, “ya verás que todo es para mejor”, “a veces nos toca estar abajo y a veces arriba”, fórmulas que cuando las recibimos parece más como una invitación a ir a molestar a otro lado.

¿Hace cuánto le trataste de resolver la vida a alguien con una de estas frases trilladas?

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