El camino por Esteban Govea

Netflix acaba de estrenar la película El camino, y se guardan bien de indicar que se trata de una película de Breaking Bad. En efecto, el productor de la legendaria serie, Vince Gilligan, funge como director y guionista.

            La peli retoma donde se quedó la serie, con un moribundo Walter White y un recién liberado Jesse (spoilers para una serie que terminó hace seis años, por cierto), que toma el coche Camino del difunto Todd y deja atrás el sitio lleno de neonazis muertos.

            El siguiente paso para nuestro trastornado Jesse, que padece de síndrome de estrés postraumático durante las primeras secuencias de la película, pero que luego lo resuelve tras una reparadora ducha en casa de sus hommies, quienes le pasan una feria que permite al ahora fugitivo Jesse seguir huyendo, lo que no resulta fácil, porque en todos los noticieros está su cara y en todos lados se habla del difunto Walter White, de los neonazis muertos y del tipo que probablemente estaba cautivo y ahora es el hombre más buscado.

            La películas logra establecer un tono de suspenso y paranoia. A través de los ojos de Jesse, sentimos su miedo y su desesperación. También comprendemos sus motivaciones, no sólo de sobrevivir, sino, gracias a algunas secuencias retrospectivas, de no escapar de sus captores.

            Algunos viejos conocidos de la serie aparecen en estas secuencias retrospectivas, como Todd, Mike, Walter, el vato del deshuesadero de autos y el vato de las aspiradoras. Este último se vuelve crucial en la trama, porque, dado el pasado turbio de Jesse, y dado que toda la policía de Albuquerque, de Nuevo México y del gabacho en general lo busca, su única salida es comprarse una nueva identidad.

            Ahí radica el conflicto central de la trama, pues Jesse no tiene dinero para pagar los servicios del señor de las aspiradoras y, por tanto, tiene que conseguirlo, sin recurrir, para mi sorpresa, a la elaboración de meta azul.

            La cinta, con poco diálogo, marca un ritmo entre las secuencias sutiles, donde todo se dice sin hablarse; y las secuencias de tensión en que Jesse debe huir por su vida. El tono, la fotografía y la trama misma son fieles a la serie, quizás tanto que, a ratos, no pude evitar pensar que esta historia habría funcionado mejor como un spin off, sobre todo teniendo en cuenta la calidad de Better call Saul y el hecho de que la película se siente como un capítulo especial de dos horas.

            En suma, aunque es un cierre decente a la historia de Breaking bad, atando el cabo suelto que era Jesse Pinkman, al final, me parece, no logra tener un interés por sí mismo y es demasiado deudora de la serie, a diferencia de Better call Saul. El cierre dramático de Pinkman me parece un tanto apresurado. No noto un desarrollo en él.

            No obstante, la peli no decepciona si eres fan de la serie. De otro modo, evítala, porque habrá muchas cosas que pasarás por alto.

           

 

Esteban Govea (1988) es un poeta, narrador y guionista guanajuatense radicado en la Ciudad de México desde 2006. Es licenciado y maestro en filosofía por la UNAM, con especialidad en estética. Estudió guion de cine en el CCC. Es autor de Sexto sol, La música cósmica y La poética robot, todos ellos disponibles en Amazon.

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