El divo de Juárez por Elisa Sánchez

El divo de Juárez: leyenda que nunca muere

En la muerte siempre tendemos a recordar. Recordar trae aquellos momentos vividos a nuestro presente, pero ¿se puede recordar aquello que no hemos vivido? La respuesta sencilla: no. Pero los avances tecnológicos nos permiten ver momentos que nunca presenciamos y hoy, gracias a estas posibilidades vengo a relatar memorias ajenas de quizá uno de los mejores conciertos que he podido escuchar, sentir, vivir.

Pongámonos en contexto. 1990, México presenciaría en uno de sus recintos culturales más importantes un concierto, una oda, dedicada a la  música regional mexicana interpretada por unos de sus mayores exponentes, nada más ni nada menos que el divo de Juárez, el inolvidable Juan Gabriel.

Crónica de un pasado no vivido: Juan Gabriel en bellas artes

Un concierto que sin importar el paso de los años puedo revivir vívidamente. El sentir de las emociones a flor de piel, el carisma de Juanga, un ambiente que resuena con su orquesta, algo que para ese tiempo era poco común. ¿Cuándo uno se imaginaría que un artista popular tocaría junto a la orquesta sinfónica nacional? Era algo que jamás había pasado. Para mi fortuna yo había ganado los boletos que estaban rifando en la radio. Nunca había participado en ese tipo de concursos, pero ver a Juan Gabriel en Bellas Artes era algo que captó mi atención. Durante las semanas anteriores la noticia había sido todo un revuelo de comentarios encontrados. ¿Ese tipo de música puede ser tocado en ese recinto? O comentarios como “esos eventos están reservados para las ferias de pueblo”. Todos unos sin sentido, a mi parecer.

Llegue temprano. Todos iban engalanados conforme a la rigurosa etiqueta que demanda el Palacio de Bellas Artes, incluso el presidente de la república de esos tiempos fue a presenciar el recital. Luces apagadas, silencio expectante, una orquesta lista para tocar y cuando el corazón acelerado por nervios estaba en su máxima plenitud: sonido. Una pequeña obertura sinfónica al más puro estilo de la ópera es el inicio del viaje. Poco a poco, la música eleva su tono y las luces se van encendiendo.

En las más de dos horas que Juan Gabriel nos regaló en el palacio de Bellas Artes dominó el escenario. Se pudo escuchar cómo el ídolo llevó de las lágrimas a la risa a todos con solo unas notas de su afable voz. Creó momentos de profunda solemnidad y al mismo tiempo, entre bromas, retó al público a ser partícipe de su puesta en escena. Con cuarenta años de edad y un excelente trayectoria, Juanga se encontraba en plena madurez artística y se notó en cada momento, cautivando al público con la magia de sus movimientos en aquella histórica noche los popurrís tocados. Esa velada dejó a todos sin descanso, llevados por la gran paleta de colores que presenta la música popular y de la cual Juan Gabriel era, es y será el rey.

Tantos géneros encontrados en un solo lugar: la ranchera, la balada, incluso la cumbia, hicieron su aparición junto con el rock y el mariachi; todos cobijados por una orquesta de nivel mundial que hacen de este extraordinario concierto un ícono, no solo en el país, sino en toda Latinoamérica. Este es un claro ejemplo de que la música mexicana demostró como lo popular y lo culto pueden convivir a la perfección. Todo tambiénes posible, cuando se hace con mucho corazón.

Cualquiera lo hubiera hecho, pero nunca nadie se había atrevido y para ello tuvo que  llegar tan esplendido artista como lo fue Juan Gabriel.

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