El libertino, en su viaje, no regresará por David Mondragón

Cortesía FIC

Silencio. Así lo exige la primera escena. En un cuadro, una mujer absorta; en otro, un hombre muerto; el fondo es obscuro, funesto. ¿Epítome o vaticinio de una tragedia? Silencio.

La escena se abre con el brillante verde que dota de vida al escenario. Es mayo y la primavera tiene su mayor esplendor, bonanza y alegría, cual Edén. Dos jóvenes cantan su amor y la promesa de unirse. La armonía lo ocupa todo, ¿qué más se puede desear en un mundo así? Y sin embargo…

El padre de Anne entra y pide una sola cosa para consentir el enlace: que el hombre trabaje, no importa que siga siendo pobre, lo importante es ser un hombre de bien. El hombre, un libertino, Tom, rechaza su obligación porque su corazón carece de voluntad para hacer frente a la vida, para llenarlo de virtud. Desea, por el contrario, obtener riquezas sin mérito alguno, porque, si el destino ya está escrito, ¿para qué esforzarse?, ¿no es acaso la fortuna quien rige el rumbo del ser?

Su voz es escuchada. De entre las rocas aparece Nick Shadow, servidor de un supuesto tío adinerado que ha muerto y que, en su pesaroso lecho, le heredó todas sus posesiones. Ahora sí el libertino lo tiene todo, incluido al servidor que no pide pago del trabajo realizado hasta haber pasado un año y un día. Pero, para que sea efectivo, Tom debe viajar lejos y arreglar los trámites de sucesión de bienes y, por ende, despedirse de su amada prometiéndole su regreso.

La fortuna ha cambiado. Un corazón débil que no hizo nada para tenerlo todo no es capaz de sostener tanta vastedad. Tom es fácilmente seducido por un mundo de lujos, vicios, desenfrenos, apariencias y tentaciones que hacen de él lo que quieren. El libertino, en su viaje, no regresará. Aquel paraíso construido junto a su amada se ha perdido y el paisaje que vive se torna taciturno. La atmósfera delata su corazón, pues nada de lo que ahí existe, por alucinante que sea, puede equipararse con el recuerdo de Anne.

En este momento de vacilación, Shadow engaña nuevamente a Tom convenciéndolo de que su sufrimiento se debe a que no es libre de su pasado. Lo cierto es que no es libre por seguir sus placeres. Desdichada fortuna carente de albedrío envilece el corazón de los hombres y los ciega en la insensatez.

Ella, abandonada, traicionada, dolorida, todavía enamorada, desobedece al padre y emprende un viaje a la ciudad en busca de Tom. El amor no puede morir… Y sin embargo, encuentra a su amado previo a su boda con una extravagante turca. Una nueva oportunidad para que Tom decida, tal vez la última: elige a la otra mujer. La escena rompe no solo el tierno corazón de Anne, el público sufre la catarsis. Todo está perdido y la anagnórisis tardía de Tom ya no puede arreglar nada; únicamente un milagro podrá redimirlo. ¿Qué puede hacer el padre ante la decisión de Tom? Ni Job, siendo tan virtuoso y favorecido pudo con tan perverso juego. ¿Qué se espera de un libertino?

Un año y un día han transcurrido, el velo está roto. Shadow se muestra diablo y reclama su pago: el alma de Tom. Este, en el infierno que es su agonía, pierde la cabeza y se cree Adonis, Orfeo. Los mitos se mezclan en uno para mostrar desde distintos ángulos la caída del hombre; bien podría llamarse Virgilio, Adán, cualquiera, ¿cómo te llamas tú? Adonis eleva un último deseo: “que, en la muerte, su voz llegue a mí”. Una vez más es escuchado. Anne y su padre bajan al infierno para dar consuelo a su mente torturada, para despedirse, para culminar la tragedia. “Duerme bien, amado mío, adiós”. Lloren por Adonis, amado de Venus. Silencio.

La carrera de un libertino es una ópera concebida por Ígor Stravinski tras contemplar las pinturas del satírico William Hogarth, misma que se convirtió en la quinta más escuchada de Rusia y cuyo libreto, por consejo de su amigo Aldous Huxley, fue concedido posteriormente para que la obra fuera expuesta al mundo. La propuesta a cargo de la Ópera de Bellas Artes se presentó por vez primera en El palacio que funge como su sede en la Ciudad de México. En 2022, treinta y siete años después, ha regresado al Teatro Juárez en el marco de la celebración por los cincuenta años de Festival Internacional Cervantino.

Sin duda, esta fue una experiencia única e irrepetible, pues, para la representación se requiere un tremendo trabajo de escenografía y de especializados actores que, con su canto, logren llegar a los tonos que demanda Ígor: sublimes.

Cortesía FIC

Ópera de Bellas Artes
La carrera de un libertino, de Ígor Stravinski
13 y 14 de octubre de 2022
Teatro Juárez

Fotografía: Gabriel Morales (cortesía FIC)

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