EL PRIMO: LA DUALIDAD DEL DESEO por Ringo Yáñez

En La llama doble, Octavio Paz, al hablar sobre el amor y el sexo en la dinámica incestuosa, nos refiere lo siguiente: “…pero entonces el afecto familiar desaparece”. La intención de Paz es hacernos conscientes de lo que conlleva el incesto, una vez fecundado el amor y consentido por dos individuos.

En el libro de prosa poética, El primo (2019) de Aleqs Garrigóz, se nos introduce en una temática de esta índole, donde el protagonista, enamorado de su primo, fantasea con él y lleva su deseo por los pasillos de la imaginación. El espacio cotidiano en que dos seres coexisten y se relacionan entre sí termina por convertirse, a partir del deseo, en una aventura poética y de un erotismo sumamente interesante. El epígrafe del libro se reproduce con fidelidad en esta serie de escenas y acontecimientos: “Sólo hay una fuerza motriz: el deseo” (Aristóteles).

Ahora bien, partiendo de la cita de Octavio Paz, en este texto el incesto no termina de consumarse, y eso lo hace, además de impresionante, de una naturaleza —podríamos atrevernos a decirlo así— más humana y ambivalente. Esto quiere decir que, al no desaparecer el lazo o afecto familiar, el deseo, en una danza pendular, oscila entre dos polos: el cariño fraterno y familiar; y el sentimiento carnal y de erotismo vivaz. Esta dualidad dota los escenarios de una ternura y cariño que pronto se saben carnales, sin llegar a desentonar y sin que los contrastes sean ajenos unos a otros: una suerte de justo medio. No deja de ser impresionante que la acción más sexual, y en ocasiones arriesgada, esté abrigada por la calidez del amor que tenemos por los nuestros, sangre hermanada y semejante.

El espíritu del texto, tan honesto y sin florituras, inmediatamente nos hace partícipes de lo que se sucede. Nos convertimos en voyeristas que miran desde la ventana, tras las cortinas transparentes y tentadoras de la curiosidad. La prosa es ágil, recoge las imágenes y sensaciones necesarias y no se hace de más. La medida del deseo es justa, no se desborda más de lo que ofrece y nunca falta lo esencial. Aleqs Garrigóz expone en este texto la ambivalencia humana en su cuadro más concreto y, por lo tanto, de mayores contradicciones: el deseo sexual.

En ocasiones, de manera sutil, aunque concentrada, el autor introduce pequeñas descripciones y momentos concretos que forman parte de la vida, como vienen a ser la contemplación de la naturaleza, la conciencia de lo finito, la muerte, el hastío y la fiesta que supone la juventud, ese aire lozano que una tarde toca nuestro rostro joven y fugaz para luego desaparecer en algún cielo que tampoco volverá.

El cuerpo se convierte en un espacio donde el amor y la paz fluyen con una sensación maravillosa, donde no existe el mal y el placer le da un plazo indefinido al mundo exterior. De igual manera, se nos presenta como un banquete con el cual podemos satisfacer la flaqueza de nuestro espíritu y henchir con sus platillos la dicha universal del orgasmo.

Al final del texto, en el último escenario, Aleqs Garrigóz escribe lo siguiente: “Sentado en la pelvis de mi primo cabalgaría la noche entera, como sobre un potro desbocado y recio”. Esta imagen, que anuncia el final del libro, de pronto se nos ilumina como de orden cósmico, ascendente, a medida que se desenvuelve la escena, donde la dualidad del erotismo manifestado estalla con un silencio que trasciende no sólo ya el espacio terrenal y de la imaginación, sino el de una geografía total: la del deseo, fuerza motriz de nuestra existencia.

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