Entre los últimos libros que leí está “El Tonaya no perdona”, libro que elegí en una visita a la librería en un momento de ocio y que fue juzgado y elegido por su portada porque ¿A quién no llama la atención un libro que en su portada lleva escrita la palabra de Tonaya? Evocación directa de un vaso de alguna bebida alcohólica servida en la mesa y que invita a ser probada.
Edson Lechuga escribe una novela que aborda la vida de los indigentes de la ciudad de México o como se le llama dentro de la misma novela el “de efe”, a través de un grupo de personajes que conforman el grupo de “el escuadrón de la muerte”. Una historia que desde el inicio al saber de que va te reta a pensar si quieres leerla, porque ¿Quién quiere interesarse y empatizar con esas personas que la sociedad deja de lado como si no fueran parte de la misma y que decidimos voltear la cara, deshumanizar e ignorar para que no nos suponga alguna situación incómoda?
La historia nos habla de las situaciones diarias de la vida de estos indigentes cuya guarida y respuesta a sus problemas se convierten las calles de la ciudad de México y su distractor y paliativo para seguir es el Tonaya. Historia que parece que el autor es simple descriptor de imágenes que ve en las calles y que no hace más que darles coherencia y estructura para presentárnosla en forma de novela ¿Y cómo no? Si Edson Lechuga el autor, pasó alrededor de un año conversando y recogiendo testimonios de las calles de la gran ciudad para al finar ofrecernos una revelación de que todos por igual tenemos nuestros problemas, formas de vivir, sentir y afrontar la vida, formas diferentes quizá, pero que hablan de un mismo tema, porque así como todos ellos también tienen una definición de amor:
“el amor es una torta de tamal con pelos.
el amor es un perro de azotea ladrando a los transeúntes.
el amor es un cenicero atascado de colillas.
el amor es el único animal que después de muerto sigue dando vueltas como pollo rostizado”.