En su oscuridad por Cristopher Malagón

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Al mismo tiempo mi mano separó sus piernas y besé ese camino.

Recorrí su contorno, su caparazón, su fuerte. Recorrí el manjar que tantas veces anhelaba.

Su piel, donde tantas veces me salvó su néctar, me envolvía en una cortina oscura llena de éxtasis.

Y ahí donde fue mi hogar, ahí en ese pequeño rincón donde el calor emergía  en incendio, donde lo palpable era tan intenso que me transportaba al paraíso infinito.

Y con cada luna me convertía en animal, eso era un deleite para ella y para este ambiente lleno de placer.

 

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En sus miradas había destinos, destinos inmarcesibles. Sus ojos llenos de caminos siempre me guiaban como auroras.

En su cálida pupila se reflejaba el amor, como un encuentro de almas tentadas a destinarse.

Su vida ya me alcanzaba, sus sueños ya los miraba, sus caricias etéreas ya me tocaban. Su figura en mi rostro estaba rozando mi alma como pincelada


La dirección del barco cambiaba hacia tierras masivas, tierras un poco estrechas, pero donde encontraría mi paz.

Y sí, ahí estaba ella, también esperando mi llegada, con sus cantos melifluidos que fueron los que me devolvieron mi hogar.

Me di cuenta que yo a ella ya la amaba antes que pudiera verla.

Mi flor.

 

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En monotonías se despertaba siempre a su vera, caminos deshilados con instintos desorbitados.

Sus manos emergían la oscuridad desde lo más profundo de su ser.

Llamadas sin ser escuchadas, roses sin ser tocados, pasos sin caminos y miradas enigmáticas en donde ya no me hallaba.

Encuentros distintos y fuera de tonos. Y así se disolvían mis días a su lado.


Y así pasaban los días a su lado: Descomunales, como dos extraños habitando un mismo cuerpo y extrañándonos cada día un poco más…

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