En un entorno cada vez más dominado por influencers, la línea entre el marketing y la ética se vuelve borrosa. ¿Qué papel juegan las editoriales en este nuevo ecosistema de influencia? Recientemente, se desató una polémica cuando un influencer, conocido por su estilo provocador (por decir lo menos), atacó públicamente, mediante un video, a una autora tras asistir a un evento organizado por su misma editorial. Este conflicto nos invita a reflexionar: ¿qué tan responsables son las editoriales al amplificar voces controvertidas? ¿Deberían intervenir ante la violencia verbal? Y, ¿qué rol juega la audiencia en la perpetuación de estas dinámicas?
Sobre esto, propongo que hagamos un debate en tres sentidos, al menos:
- ¿Oportunismo o responsabilidad? El papel de las editoriales en la era de los influencers.
Las editoriales buscan resonancia, y los influencers, con sus enormes audiencias, son una vía rápida para ello. Pero, ¿hasta qué punto es ético recurrir a personas con un historial de controversias o violencia verbal para promocionar contenidos? ¿Deberíamos exigirles una responsabilidad moral mayor a las editoriales? Esta cuestión nos lleva a plantearnos si es válido que el beneficio económico sea lo único que guíe las decisiones editoriales, en detrimento de sus valores o calidad. ¿Qué opinas tú? ¿Deben las editoriales asumir más responsabilidad o basta con intervenir en situaciones críticas?
- El impacto de la reacción de la audiencia: ¿Defensa genuina o efecto de masa?
Tras el ataque, la comunidad de seguidores de la autora se movilizó en su defensa, pero no siempre de manera constructiva. A veces, este tipo de reacciones en masa parecen responder más a una necesidad de pertenencia y lealtad al grupo que a una reflexión profunda sobre el conflicto en sí, lo cual se asemeja al efecto de la agresividad viral que caracteriza a la comunidad de este tipo de influencers. Este fenómeno, que Haidt describe en su teoría de la «moralidad grupal», sugiere que las reacciones pueden intensificarse por el deseo de integrarse en una causa colectiva, incluso si los mensajes pierden matices y se centran en el apoyo incondicional o en la indignación.
¿Podría esta necesidad de pertenencia estar impulsando tanto el festejo del ataque como su defensa? ¿De qué manera podemos fomentar un tipo de reacción que realmente promueva una comprensión más profunda y constructiva del problema?
- La «intervención» de la editorial: ¿Resolución genuina o reacción de imagen?
Ante la potencial presión pública, la editorial solicitó al influencer retirar el video y lanzó un comunicado que fue bien recibido por muchos. Sin embargo, ¿fue realmente un acto de responsabilidad o solo una estrategia para proteger su reputación? Aquí se hace presente el «Efecto Lucifer» de Zimbardo, que nos recuerda cómo las instituciones pueden, a veces sin mala intención, fomentar conductas destructivas en sus sistemas. ¿Crees que las editoriales deberían asumir una postura más activa y responsable antes de que se den este tipo de situaciones? ¿Cómo podríamos fomentar una cultura de rendición de cuentas en estos casos?
Esto pretende ser un llamado al diálogo ético y a la responsabilidad compartida. Estos temas son complejos, y nadie tiene la respuesta absoluta. Más que imponer una conclusión cerrada, este espacio busca invitar a un diálogo reflexivo. ¿Cómo podemos, como sociedad, fomentar una cultura donde la influencia no se traduzca en violencia? ¿Deberíamos todos —editoriales, influencers y audiencia— asumir un rol más responsable? Los invito a participar en esta discusión abierta y a cuestionarnos si estamos dispuestos a exigir y practicar una ética que ponga los intereses humanos por encima de los económicos.
Escríbeme a chaparrito.vengador.9@gmail.com, me encantará saber tu opinión.