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San Miguel de Allende, Abril 3, 2019.- El tema de la fragilidad en el quehacer cultural no es nuevo. Las manifestaciones artísticas existen por necesidad de un individuo o un colectivo, y hoy el tema de la incertidumbre sobre los apoyos, que no deberían responder al deseo del funcionario en turno sino al derecho fundamental a la cultura, parecería coyuntural, sin embargo no lo es.
Desde la trinchera construida en la provincia, en contra del centralismo y el deseo honesto de que el cine esté presente en todos los rincones, abrimos un espacio para el diálogo, al tiempo que exigimos categóricamente el respeto al derecho de acceso a los bienes y servicios culturales que se inscribe en el artículo 4º de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
Fragilidad insurrecta
El arte nos hace fuertes. Desde la antigüedad se ha pretendido romantizar la opinión colectiva sobre la existencia y los conflictos humanos, no obstante, el arte perdura. El ser humano también pretende ser fuerte, trascendente y, de ser posible, inmortal. Pero no lo es. Es perecedero, momentáneo, frágil.
Insurrección es apelar a la fortaleza de la historia, es valorar el pasado y cimentar el futuro inmediato. Pero la historia no basta. No queremos sólo saber cómo ocurren las cosas, sino contribuir al cómo pueden ser de una mejor manera. Es parte de nuestra rebelión contra un destino predeterminado, y ahí el arte está de nuestro lado.