Mary Jo de Ana Pessoa y la ilustración de Bernardo P. Carvalho
Recién terminé el libro Mary Jo de Ana Pessoa que está en Ediciones El Naranjo bajo la reserva de Jóvenes Lectores. Es un relato muy interesante por cómo aborda el tema de la adolescencia. Es decir, cómo lo complejiza. La hace difícil de digerir sin quitarle la ternura y el descubrimiento que plantea ese episodio de la vida. Eso también es algo que destacar, no es una costumbre que apresure a hablar de lxs niñxs como sencillos y en este tipo de libros se muestran, especialmente, individuales, con sus propias historias y formas de decir o de destacarse las etiquetas que el mundo adulto intenta imponerles.
Eso se denota desde el título del libro: que no sólo es el nombre de la protagonista sino también un detalle de la obra misma. Ella se nombra a partir de otrx que le asigna con cariño ese nombre. Pero durante la novela va descubriendo que debe nombrarse sin el ápodo del otrx, con sus propias letras. Llevando más lejos la analogía es un muy libro para atender al tema de la identidad. Del cómo unx se va construyendo pese a las violencias del crecimiento y del ir siendo en el mundo. Sin embargo, no es un libro exento de las diversiones. Quizá eso también es hermoso, va enseñando en la cotidianidad pequeñas afirmaciones: reunirse con la Madre y la abuela, charlar con honestidad con el Padre, reconocer la amistad entre pares. Es un libro que muy tranquilamente cuenta: la vida también son estas cosas.
Y por otros momentos, trata sobre cómo desde niñxs vamos aprendiendo a doler por lxs otrxs. Así es cómo vamos amando o creyendo que lo hacemos, ya sea a partir de la anulación o de la complacencia. Es muy digno el cómo se relata la experiencia o cómo va en aumento: desprendiéndose de ése sentir a través de una larga carta. Se detiene en momentos como éste en el que la protagonista dice de sí misma que es una pared vacía y uno quiere decirle eres un dibujo, un mural, un grafitti. Si hiciera una lectura complementaria lo haría desde esa entrevista de Carmen Ruiz[1] en la que explica lo que Amelia Valcárcel llama la ley del agrado, o que se redefine como el imperio de una socialización diseñada para gustar en lo estético, en lo amoroso, en lo personal, en lo familiar, en lo sexual aunque no sea de nuestro gusto.
Y eso es quizá algo muy valioso en este libro, cómo va identificándonos con ciertas experiencias de odio al otrx, de enojo con unx mismx y de validación que impregna hasta las relaciones adultas. Es un libro que se puede disfrutar mucho desde el acompañamiento por cómo pone en la plática nuestros vínculos y esas otras historias que vale la pena acompañar y dar a conocer: también se pasan los desamores, también se puede disfrutar del cuerpo, también se puede hablar de la incomodidad, del odio y del amor como un espacio de igualdad y libertad, también se puede madurar sin importar la edad.