Reminds
Recuerdo con borrosidad los nombres de las empleadas domésticas que tuvo mi familia con el paso de los años. La primera, o la más presente fue la señora Bertha, una mujer de falda negra y medias brillantes, zapato bajito, cabello largo y un lunar característico en el contorno de la mejilla. A quien mi hermano y yo siempre de broma le pedíamos un peso para comprar paletas y quien nos respondía con la interjección: ¡Bah!
La señora Bertha nos cuidó a mis hermanos y a mí durante el ocaso de los 90 en la ciudad de Durango. Ella hacía el aseo, nos preparaba la comida, nos llevaba y traía a nuestras respectivas escuelas y, desde luego, mientras mi madre trabajaba en la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, la sra. Bertha nos cuidaba.
Luego vinieron otras empleadas, como Rosy, o Juanita, o Lucy… todas ellas me llegaron a la mente mientras veía…
Roma
Ya se han agotado las opiniones sobre Roma. Desde luego la vox populli está dividida. Hay quienes se aburrieron a más no poder y manifestaron su incomodidad, criticando lo que era o debía ser la película. Verbigracia: se cuestionó que romantizaba el trabajo doméstico y que era una visión sumamente dulce de una problemática más compleja.
Se señaló, palabras más, palabras menos, que estaba en blanco y negro para aparentar ser artística classy europé, y así ganar, Oh la lá, muchos-muchos premios.
Y ahora, tras 10 nominaciones en los Óscares 2019, han despertado un sinnúmero de opiniones impopulares sobre el merecimiento de Yalitza Aparicio, Cleo en la película, o sobre si es o puede o debe considerársele actriz.
Qué más da. Roma, a mi humilde parecer, es una pieza poética, dotada de abundantes metáforas. Bendecida con el dinamismo ante lo estático; enfoques de cámara que exploran el entorno y que obligan al espectador -al que no se duerme y se mantiene intrigado con el kleenex en la mano- a buscar en las escenas todo lo esencial.
Lejos de todo, quizás no es el papel de Cuarón ni de su película denunciar los malos tratos que reciben todas las empleadas domésticas de todo el mundo. Lo entenderíamos al ser una película de época y al ser una oda a sus recuerdos. Concretamente su relación con Libo, en quien se inspiró para hacer a Cleo. Sin embargo, no hay que olvidar que han pasado cosas tristes como el caso de la…
Narvarte
El diecisiete de diciembre de 1951 los hermanos Carlos y Raúl, y su amiguito Gustavo de 4, 5, y 8 años jugaban a las guerritas en la sala ubicada en Palenque #425.
Los niños sacaron el rifle calibre 22 que su papá, Raúl Salinas, tenía escondido en su armario y, en ominoso accidente, apuntando contra la empleada doméstica, una muchacha de 12 años de nombre Manuela, accionaron el gatillo asesinándola al instante. La niña estaba en el patio realizando labores de limpieza, y cayó fulminada dejando un charco de sangre alrededor.
Manuela, de 12 años, quien tenía poco más de mes y medio de trabajar en la casa, había sido asesinada. Una de las notas recuperadas de Excelsior menciona que ni la familia, ni la otra empleada conocían siquiera los apellidos de la asesinada.
María Torres, empleada de más años al servicio de los Salinas preguntó a los niños retóricamente qué habían hecho, y éstos le respondieron llenos de satisfacción (como repone la nota[1]): “Ya matamos a Manuela”.
La nota hizo resuello con el paso de los años. Salió a la luz después de saber que aquel infante de tan solo 4 años era nada más y nada menos que el otrora presidente Carlos Salinas de Gortari.
Textos, textos…
Toda la información se conecta. Del dicho al hecho. De la verba a la res. Y entre tanto palabrero, no hay que negar, sea o no el espacio y el tiempo, que las empleadas domésticas, al ser de estratos sociales humildes y al no ser un trabajo formal, han sufrido con el paso del tiempo vejaciones, humillaciones y malos tratos.
Sé que la vida requiere múltiples ópticas, que revisarla no es nada fácil.
Ahorita pienso en la señora Bertha, y lo afortunada que fue mi familia al haberla tenido con nosotros.
[1] https://worldpolicy.org/wp-content/uploads/2010/03/Excelsior-1951-Salinas.pdf