Barbería Unisex: Hombres pequeñitos por Mario Frausto

Feminazi es una palabra curiosa y opresiva. Curiosa por su composición, en sí, porque una de sus partes evoca la figura de los nazis y le otorga su carácter de hostilidad y tendencia a la destrucción a la palabra feminista. Opresiva porque es un término peyorativo que, en muchos casos, es utilizado con un sentido de burla que demerita la lucha que sigue sosteniendo la mujer para conseguir la igualdad en muchas esferas de nuestras sociedades.

Ayer se conmemoró el día internacional de la mujer, una fecha que tristemente ha sido blanco de diversas críticas. En redes sociales discutí con una persona que expresó su inconformidad. Decía que no había razón para felicitar a las mujeres ya que, hoy en día, ellas gozan plenamente de la igualdad de género y, por lo tanto, no hay nada que celebrar. Estoy de acuerdo en sólo punto: no hay que felicitar ni celebrar, hacerlo es malinterpretar lo que esa fecha significa. La conmemoración implica traer a conciencia el largo trayecto que ha sido para la mujer posicionarse como un sujeto con voz, por tanto se trata más de una reiteración por continuar con la lucha y no de celebrar la feminidad o el hecho de haber nacido mujeres.

Sin embargo, no puedo compaginar con una persona que opina que la igualdad de género está consumada en el medio social. La batalla sigue vigente, es un asunto que todavía es delicado y que ha ganado poco terreno en muchos aspectos. Muchos hombres, aún ciegos o incluso conscientes del virus del machismo en sus actos cotidianos, siguen postergando un discurso de opresión que atenta contra la lucha femenina por la obtención de sus derechos.

En otro punto de la discusión, le recalqué a la persona el hecho de haber empleado el término feminazi para referirse a las mujeres que luchan por la igualdad. Su respuesta fue que yo me estaba tomando las cosas muy en serio; que palabras como ésa son una simple broma y que, además, ponerlas en una red social reiteraba el hecho de que el comentario debe ser tomado como un asunto de risa.

Cuántas veces no hemos visto memes donde se muestran imágenes sobre las denominadas feminazis o las mamás luchonas. Cuántos “Me gusta”, “Me encanta” o “Me divierte” no hemos dado a publicaciones de ese estilo. “Es una cuestión de risa”, me dijo esa persona, pero no es la primera vez que alguien me hace ese comentario. En la burla hay a veces una intención de atenuar, de minimizar un asunto urgente y necesario tras una máscara de risas.

Me he percatado de que en redes sociales muchos varones -aunque también hay mujeres- utilizan estas supuestas bromas con la intención de reducir la fuerza de la lucha por igualdad. La persona con la que discutí es un buen ejemplo de este discurso que se disfraza de chiste para amparar sus acciones y así negar que continúa, por una parte, oprimiendo a la mujer y, por otra, reproduciendo el machismo.

Esta necesidad del varón por seguir suprimiendo al sexo femenino me trajo a la mente unos versos de la argentina Alfonsina Storni:

Hombre pequeñito, hombre pequeñito,

suelta a tu canario que quiere volar…

Yo soy el canario, hombre pequeñito,

déjame saltar.

 

Estuve en tu jaula, hombre pequeñito,

hombre pequeñito que jaula me das.

Digo pequeñito porque no me entiendes,

ni me entenderás.

 

Tampoco te entiendo, pero mientras tanto

ábreme la jaula que quiero escapar;

hombre pequeñito, te amé media hora,

no me pidas más.

 

El poema de Storni puede ser leído como un desacato contra el varón, pero al mismo tiempo, podría ser un recordatorio de la necesidad que tiene la mujer de volar, de separarse de la cárcel machista que la subyuga. El canario sería, en este caso, una analogía de la mujer; un ser que ha vivido apresado tras los barrotes de silencio en que lo ha recluido el sexo masculino. El hombre sería ese hombre pequeñito, un sujeto diminuto pero hostil, una persona de corto entendimiento cuyos actos no pueden ser comprendidos tampoco por el ser que mantiene recluido.

Hombre pequeñito, esa es la constante en el poema. Un modo de llamar al hombre en apariencia dulce, pero en realidad incisivo. Una manera propia de Storni de expresar su visualización de los varones: que son reducidos, pero que aun así poseen la autoridad en muchos aspectos.

Esta visión me parece acertada para calificar a muchos hombres -aunque repito: también hay mujeres- que siguen postergando la jaula del machismo en nuestras sociedades. La broma, esa forma en apariencia inocente de hablar sobre la lucha por la igualdad, es parte de esos barrotes que aún suprimen en muchos aspectos el grito de libertad de las mujeres. Un grito que, como lo menciona la poeta, es una necesidad de escape, una válvula que necesita romperse.

Alfonsina Storni termina su poema con esos versos que reiteran la libertad femenina y lo diminuto del hombre: /…te amé media hora/ no me pidas más/. Sus palabras aluden a la mujer como un ser con decisión y no como un instrumento que está al alcance del varón para cuando quiera usarlo.

Sin embargo, hay una realidad latente en el poema que sigue hablando de los tiempos actuales. Esa jaula continúa aquí. A pesar del empoderamiento, de las marchas, el activismo y la lucha constante, la batalla sigue en pie. Aún es un conflicto que se desenvuelve día con día.

Podemos seguir riendo, celebrando al meme, la broma, el chiste y la sátira. O, por otro lado, podemos reflexionar; podemos dar un giro a la batalla en lugar de alzar las risas. Podemos cambiar a esos hombres pequeñitos por un nuevo entendimiento. Destruir términos como feminazi y mamá luchona ya que sólo siguen remitiendo a una batalla en que falta ganar más terreno. La lucha por la igualdad sigue presente. Es nuestra decisión seguir luchando o simplemente reír.

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