“Será sincero el beso dado cuando tus brazos no encuentren los míos, cuando tu cama esté seca de mí, fría lejos del calor de mi cuerpo; cuando tu mirada me busque y no me encuentre, y tus incógnitas sobre mi paradero no dejen de abrumarte. El día que no me sientas, pero que no puedas evitar pensarme a cada instante. En el momento en que ya no tengas que recoger mi ropa del piso luego de una noche de locura, o cuando no debas hacer el desayuno para nadie más que para ti. Acaso, cuando revises tus mensajes y no encuentres uno mío. Quizás cuando tus noches de soledad no las dediques a tomar mi mano, sino a ver alguna mala película que te han recomendado; cuando salgas con tus amigos y no tengas que sentarte a mi lado, y regreses a casa solo, o con alguna chica que no te llena como yo.”
“Será acaso cuando tus suspiros no sean por mí, cuando te bañes sin música, o cuando debas levantarte por el cenicero y sólo enciendas un cigarro; cuando abras sólo una lata de cerveza, cuando te levantes sin cruda por beberme, por morderme, por besarme. Cuando un día nublado no te llene de felicidad, y tu café no tenga esas dos cucharadas de azúcar.
“Será tal vez cuando me veas por la calle, a lo lejos, y no puedas gritar mi nombre como nunca lo hiciste; cuando tengas que hablarme por necesidad y no por costumbre, y tus labios no toquen más los míos, y tus manos no enlacen sus dedos conmigo, ni puedas deleitarte con el perfume que me ponía estratégicamente para ti, para llamar tu atención."
“Será acaso, entonces, cuando tus labios tengan que besar mi mejilla, como si de dos conocidos se tratase, que tus besos sean sinceros.”
Las palabras escritas rondaban su mente; mientras tanto, la azafata indicaba las normas a seguir para el aterrizaje. Cerró entonces la pequeña libreta que cargaba en manos, antes de bajar del avión. Todo la consumía, pero guardaba sólo los recuerdos.