El mundo virtual nos ha convertido en fanáticos del sinsentido. Erigimos pedestales a cualquiera que se haga famoso de la noche a la mañana. La lista es innumerable: el fua, mc dinero, lady coralina, yorsh de polanco, lady wuu, rubi, etc, etc.
El pan y circo romano se queda pendejo. Somos esa horda enajenada que, en vez de sangre, exige ridiculez para saciar el morbo. La burla está disfrazada de intromisión. Mientras más veamos a estos ídolos más nos produce placer invadir su privacidad.
Las televisoras, cada vez más en decadencia, se apoderan de estas quimeras del vulgo. Los elevan, los exponen, les dan ese estatus mesiánico para que podamos postrarnos a sus pies.
Seguimos sus 5 días de fama en estado de éxtasis. El reflejo de la pantalla se vislumbra en nuestros ojos eufóricos mientras le damos like a sus publicaciones. Reímos, enajenados.
Cuando no podemos invadirlos más los desterramos de esa tierra que nunca les perteneció: El internet. Ya no dan risa. El scroll es nuestra arma para despreciarlos y relegarlos al olvido.
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