El teléfono móvil no dejaba de sonar, pero Elliot estaba ocupado, a la mitad de una clase. Se había decidido a enfocarse en el trabajo para olvidar el tema, sin embargo, mientras más tiempo pasaba en el local y en la casa, menos lo olvidaba. Sentía molestia, pero sabía que no era la culpa de Jacqueline, sino del chico que había trabajado para ella, Oliver.
Tomó una de las toallas que siempre dejaba cerca para cuando acababan las sesiones y la pasó por el rostro, haciendo presión levemente; en seguida se enfocó en secar el cuello, atrás de la nuca, y parte de la cabeza. Sabía que era imposible remover todo el sudor de la cabeza con la toalla, así que sólo se preocupó por lo básico. Se dirigió al otro extremo del salón, observando a Chris hacer lo mismo. Les estaba funcionando bien dividir el grupo de las 5, puesto que era el más numeroso.
.—Bien, chicos, no olviden que mañana entrenaremos todos juntos, para ver los avances— comentó Chris, tomando su toalla y poniéndola alrededor de su cuello.
—Para eso necesitamos que coman bien, descansen bien hoy y vengan preparados, ¿entendido?
Los jóvenes asintieron como gesto final. Algunos se limitaban a tomar sus mochilas y sacar botellas con agua, mientras que otros se secaban el sudor con toallas, siguiendo a sus maestros; Chris y Elliot murmuraban algo por lo bajo cuando uno de los chicos se acercó, sosteniendo un sobre en cada mano.
—Disculpen— musitó, con nervios.
—¿Qué pasa?— respondió Chris, al tiempo que observaba ambas manos del chico.
—Mi mamá me pidió que les diera esto. Dice que es bueno que involucre a las personas que me agradan, así que me hizo guardarles dos invitaciones para mi cumpleaños, este fin de semana— tanto Chris como Elliot tomaron los sobres, éste último sonriendo —, y van a ir algunos chicos de aquí, otros de mi escuela y de los amigos de mi mamá— el chico se rascó la nuca levemente con la mano izquierda.
—Muchas gracias, Daniel. Lo tendremos en cuenta— respondió Elliot.
—Si no quieren ir no hay problema, es una tonta fiesta para niños y— Daniel fue interrumpido por Elliot, quien le puso una mano en el hombro izquierdo.
—No, no, está bien. No te preocupes. Haremos lo posible por ir— Elliot fijó la mirada en los ojos de Daniel —, ¿es en la tarde?— el chico asintió —Bueno, parece que nos veremos entonces. Muchas gracias— Elliot tomó el sobre con ambas manos.
El joven se alejó entonces, tomando su mochila y sacando de ella más sobres, los cuales entregó a los chicos del grupo; Elliot y Chris observaron y siguieron hablando en voz baja.
—¿Vamos a ir?— preguntó Chris.
—Vamos a ir, ve buscando algo lindo para agradarle a sus amigos— Elliot sonrió.
—Venga, hombre, soy muy agradable. Tú debes buscar algo para pescar, ¿no?
Elliot se limitó a reír y caminó hacia donde estaba su mochila, sacando una botella de agua y bebiendo de ella. Chris lo siguió, empujándole el hombro con la palma de la mano diestra; al mismo tiempo Elliot estaba bajando la botella de agua, la cual salpicó un poco sobre la mochila.
—¡Hombre!— Elliot dejó la botella a un lado de la mochila y buscó en seguida dentro de la misma para rectificar que no se hubiera mojado nada importante.
—Bueno, relájate, era una broma— comentó Chris, entre risas.
La pantalla del teléfono móvil estaba apagada, pero no mojada; Elliot apretó el botón de encendido y nada sucedió. Sabía que no era tan importante, podía vivir sin móvil un tiempo, pero no quería hacer el gasto de buscar una reparación u otro equipo. Chris se quedó observando la escena y se alejó de ahí lentamente; sabía que Elliot no era de enojarse y explotar, pero no quería tomar la culpa. Para él era un juego, solamente. La vida misma lo era, mientras esperaba el momento final. En el medio tiempo, se dedicaba a trabajar y buscar chicas en fines de semana, beber un poco y distraerse. No tenía un plan a largo plazo, no tenía visión más allá de dar clases a otras personas y hacer dinero con ello.
—Toma, fíjate si es eso— regresó Chris con un cargador para el celular; Elliot lo conectó y una pequeña luz roja encendió.
—Ya temía tener que comprar otro móvil. No me gusta gastar en cosas innecesarias.
—No, hombre, no es que no te guste, sino que sería una lástima comprar un móvil después del poco tiempo que tenemos aquí— Chris le dió una palmada en el hombro y se alejó.
Más tarde, en el departamento, Elliot encendió el teléfono; estaba confundido puesto que en la pantalla del móvil aparecían muchas llamadas de Jacqeline. Los pixeles de la pantalla formaban el mensaje: 14 llamadas perdidas. Jacqueline. En seguida quiso devolver la llamada, pero le marcaba en “ocupado” y decidió hacerlo más tarde. Sacó de la mochila la pequeña invitación de Daniel y abrió el sobre, buscando la información importante en seguida: en el Club de Golf de las Vegas, el sábado, con recepción a las 2:00 p.m.; podía imaginarse a la gente vestida de blanco, los niños con corbatas y él, en medio de todos, sin tantas ganas de verse “elegante”. Soltó un gran suspiro, tal vez de molestia, mientras dejaba la invitación en la mesa ratona frente al sillón; sonó el tono del móvil y, por inercia, lo tomó de inmediato: era Chris.
—Viejo, no iré. El sábado tengo que hacer papeleo con Nat.
—¿Nat?
—Natalia, es una chica linda, te agradará.
—…— Elliot soltó aire, con molestia.
—Tranquilo, viejo, mañana te digo por qué.
Del otro lado sólo se escuchaba inactividad. Elliot dejó el móvil en la mesa y éste volvió a sonar.
—Hombre, no me digas por qué— Elliot fue interrumpido por una voz que no era la de Chris.
—¿Elliot? Hombre, soy Landon, el empleado de Jacqueline. Queremos que vengas al bar, necesitamos resolver algo… tiene que ver con Oliver. ¿Te parece bien… mañana?