La Movilidad social es un fenómeno tremendamente complejo, mucho se habla en las calles de crecimiento económico pero poco de cómo cerrar brechas de desigualdad que nos condena a la pobreza y al poco desarrollo de las sociedades.
¿equis? Somos chavos es la excusa que muchos de los jóvenes ponen para esquivar un tema donde se demuestra la poca empatía, los privilegios y la falta de oportunidades. Amartya Sen define la pobreza como la falta de oportunidades para desarrollar los proyectos individuales de vida.
En este trance de pandemia, donde vivimos en tres crisis entrelazadas: una económica por la contracción de las actividades productivas; una ambiental, por todos los temas de calentamiento global y la desaparición de muchos ecosistemas en el mundo; y la de sanidad, la cual puso en evidencia a nuestro sistema de salud ya colapsado y ahora rebasado por el COVID-19.
En ese sentido nos hemos preguntado conceptos sobre la desigualdad estructural que se perpetua en la juventud como en la comunidad LGTBI o en su caso el gusto por la discriminación privada, actividades que nos hacen sentir especiales y generan una especie de aspiración a ser parte del ente discriminador.
Modelo del gusto por la discriminación y cómo no moverse en la sociedad
La revista Vice México en el 2017 publicó dos artículos sobre Operadores Discriminatorios donde relataba dos situaciones donde la discriminación privada la hemos interiorizada como positiva o “in”. Se trataba de un cadenero en el antro y la inscripción a un colegio particular de alto caché.
En ambas situaciones, las variables para seleccionar son meramente subjetivas y discriminatorias, pues el cadenero con tu aspecto podría observar la capacidad de compra, el número de atracción que traerás al lugar (por eso en muchos antros regalan bebidas sólo a mujeres) y hacerte esperar es parte de la magia.
En el caso de los colegios privados se perpetua la discriminación por raza, color y apariencia, pues en el texto ratifican que lo importante no es tener dinero, sino un apellido distinguido, buena apariencia y demas consideraciones.
De acuerdo con el reporte de OXFAM México, Por mi raza, hablará la desigualdad el grupo con mayores ventajas son los blancos y mestizos, ya que el 25.5% logra obtener estudios superiores.
Hasta el 2017, según la Encuesta de Movilidad Social en México (esru-emovi 2017), las personas con más de 24 años contaban con un poco más del doble de años de escolaridad promedio que sus pares morenos, esto equivale a quince años de estudios. Este hecho representa un tipo de movilidad social en carácter educativo. Hoy en día, según datos del censo, ese grupo de personas se encuentra dentro del grueso poblacional y los datos nos dicen que a pesar de haber movilidad en la educación, no ha sido suficiente para subsanar otros problemas estructurales que impiden ese flujo, quizá intergeneracional, en la sociedad.
¿Podría ser que existen otros factores más allá que echarle ganas a la escuela? de acuerdo con De Melo, 2019, en un estudio realizado para el ceey, factores que van desde la composición del hogar actual y al nivel educativo inciden fuertemente en la probabilidad de estar excluida del mercado laboral en el caso de las mujeres, mientras que las características físicas; en particular el color de piel o las ascendencia indígena afectan a ambos sexos; no obstante, las desigualdades estructurales favorecen al sexo masculino.
Ya que estamos hablando de prejuicios y discrimininación, podríamos pensar que pertenecer al colectivo LGBTI+ y presentar características físicas fuera de la normatividad social, puede aumentar la probabilidad de sentirse y ser discriminado y, por lo tanto, reducir la posibilidad de tener movilidad social. Si bien, la Encuesta Nacional Sobre Discriminación (Enadis), también del 2017, muestra que 3.2% de la población mexicana mayor a 18 años se identificó como no heterosexual, al menos un tercio declaró haber vivido discriminación por su orientación sexual o preferencias sexuales.
En la actualidad la literatura para el análisis de la discriminación laboral por sexo reconoce la influencia y comportamiento en los mercados laborales frente a la diversidad sexual. Partiendo desde el punto de vista de Becker (1985), que desarrolló el “modelo del gusto por la discriminación”; es decir, el empresario “discriminador” paga para discriminar a un grupo, en este caso con la población LGBT. En otras palabras, el gusto por la discriminación de los empresarios se explica por la disposición del empleador de renunciar a la eficiencia económica, a la maximización de producción y de beneficios para ejercer sus prejuicios frente a un grupo en específico de la sociedad.
Según el modelo se puede plantear un caso hipotético donde el empresario varón no tiene prejuicios para contratar hombres, el costo de contratar a uno es el salario de un tipo (Sh). Sin embargo, para los empresarios que ejercen discriminación, el coste de contratar una mujer es el salario de este trabajador (Sm), más el valor monetario del coste psíquico, el cual está determinado por un coeficiente de discriminación (d), es decir, (Sm + d). Por lo tanto, el empresario responde a las condiciones del mercado laboral regulado por el salario, donde contratará mujeres si su salario es inferior al de los hombres.
De esta manera el modelo nos podría sugerir que el gusto por la discriminación indica que ésta no sólo proviene de este grupo, sino también de otros grupos dentro de los mercados laborales y en las mismas empresas.
La discriminación por parte de los empleados hace alusión a la presencia de grupos mayoritarios, quienes también tienen prejuicios contra un grupo minoritario, es por tal motivo que no gustan de laborar con estos. Este tipo de discriminación ocasiona el desplazamiento del grupo minoritario a oficios en donde la presencia del grupo mayoritario es nula y su efecto es la reproducción de la segregación laboral. Este ejercicio teórico hace referencia a la práctica de discriminación por parte de los empleadores, la cual se puede pensar en particular para otros grupos de personas fuera de la normatividad social heterosexual.
Es decir, que por donde le veamos aún quedan remanentes de una estructura social que segrega determinados grupos sociales e impide la movilidad. Es decir, si tus características socioeconómicas, raciales o de apariencia encajan en los grupos discriminados la tienes difícil, a eso se le pueden sumar otros prejuicios estructurales y moralinos, claro esos que se esconden en closet pero eso es harina otro costal al que le podríamos seguir sacando.
Costos económicos de la discriminación
Out Now México estima que el costo de discrimación de los empleadores es de $429 millones de dólares al año; es decir, es el gasto que tiene el empleador por capacitar a mayor personal al despedir a una persona del mundo LGBTI. La discriminación convierte un costo social en uno costo económico pues dispone de recursos economicos para soventar un falsa creencia o mantener la discriminación en las entidades productivas.
Muchos gobiernos por su ideología discriminatoria, como conservadores excluyen a personas con estas condiciones; bajo estricto sentido, existen profesionales con un nivel de justicia superior al de una persona privilegiada que niega la pobreza estructural.
https://www.inegi.org.mx/contenidos/programas/enadis/2017/doc/enadis2017_resultados.pdf
https://ceey.org.mx/wp-content/uploads/2020/10/Reporte-de-movilidad-social-educativa-2020.pdf
https://ceey.org.mx/wp-content/uploads/2020/01/De-Melo-2019.pdf