Juego de niños por Diego Daniel Cordero

¡Aguas, aguas! Ahí viene la ley.

                                                   

Los gritos se escuchan de esquina a esquina

Las madres vuelan todas

Como queriéndole pegar a alguno

Pero a ninguno le atinan.

Piedras, palos y palomas

Se escuchan reventar

En los pobres techos de lámina

De las casas que flanquean la batalla.

 

            ¡Tu puta madre!

 

Insultos del bajo mundo

Se dicen mientras todos corren

De un lado para el otro,

Como jugando al robaqueso.

Primero van los de mi calle

Después los de la calle vecina

Un vaivén de cobardes,

Que se enfrentan a distancia.

 

            ¡Que te metas a la casa!

 

Grita una de las madres

Luego saca una pala,

Para arrimarle más piedras a su hijo.

 

¡Te van a pegar con una chingada!

 

Grita otra madre desesperada

Y corren despavoridos,

Llenos de miedo

Miedo de ser golpeados

Miedo de enfrentarse a las piedras

Miedo de agarrarse a puños

Con quienes fueron sus amigos.

 

Uno tira una pedrada y se esconde

Otro una mentada de madre,

 

¿A quién le dolió más?

 

¿Al descalabrado?

¿Al insultado?

¿O a la pobre anciana?

 

Se escuchan fuertes todos los ruidos

Ruidos de gritos

Ruidos de llanto

Ruidos de miedo, de las mujeres que corren

Ruidos de niños, que no van a la escuela

Que ya se sienten hombres,

Que le quitan a uno el sueño

Que nos invitan a salir,

A ver a quien se chingan.

 

¡Aguas, aguas! Ahí viene la ley.

 

Se escucha la advertencia de alguno,

Todos corren a esconderse

A los baldíos

A las casas

A los autos

A la tienda que sigue abierta,

Como jugando a las escondidas.

 Y llega la tira

Y no les hace nada porque son unos críos.

 Siguen siendo dos bandos

Uno de niños jugando a ser pandilleros

Y otro de hombres, jugando a ser policías

Que después salen corriendo,

Con su poder de ley metido entre las patas,

Hombres gordos que huyen

Con la güevonada pesándoles en el cuerpo.

 

Ayer amanecieron dos muertos

No aquí, pero bien cerquitas,

Con su poder de ley,

Cuajado por entre los agujeros ya fríos.

           

¡Aguas, aguas! Ahí viene la ley.

Dicen los niños jugando.

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