Mientras esperaba a que Wynton Marsalis apareciera, mi lente fotográfico apuntó hacia la Luna amarilla y menguante; la observó por un breve momento y, al volver su foco al escenario, no me percaté de que algo enigmático había sucedido: a través de la cámara todo se veía de color sepia.
Los músicos de la Jazz at Lincoln Center Orchestra salieron con trajes plomizos y corbatas negras en armonía con la paleta de colores que la lente filmaba. A pesar de ser una de las mejores y más reconocidas big band actuales, trajeron de vuelta la nostalgia de los años veinte, época del auge de este tipo de agrupaciones. Cien años después, es difícil y un privilegio poder admirar a alguna de ellas.
Un piano de cola grande, una batería, un contrabajo y una cofradía de vientos dirigida por Marsalis protagonizaron uno de los eventos más esperados de la quincuagésima edición del Festival Internacional Cervantino. Con pocas palabras de su director y mucha música, la orquesta ejecutó un repertorio con el que recorrió la historia del jazz retomando a grandes artistas como Duke Ellington, Count Basie, Fletcher Henderson, Thelonious Monk, Mary Lou Williams, Dizzy Gillespie, Benny Goodman y Charles Mingus.
Sin embargo, la fama de Marsalis y la Jazz at Lincoln Center Orchestra no se debe a las canciones famosas de artistas consagrados. Aun cuando son residentes desde 1988 del complejo cultural más importante de Estados Unidos, el Lincoln Center for Performing Arts, estos maestros se niegan a seguir la línea que el premio Pulitzer reconocía: música clásica occidental y europea, dejando fuera géneros como el swing, el blues, el gospel y el country. A pesar de que, en 1965, Duke Ellington había causado polémica por no ser el ganador del premio, fue hasta los años noventa que los miembros de la junta comenzaron a cuestionarse la exclusión de dichos géneros y, en 1997, el jurado otorgó el mayor galardón a Blood on the fields, en la que Marsalis abordó la experiencia de la esclavitud sorprendiendo a todos por su originalidad e intimidad histórica. Es por eso que esta orquesta también es considerada como una embajadora de la cultura afroamericana.
En su magnífico concierto en la Alhóndiga, la Jazz at Lincoln Center Orchestra ofreció un excelente jazz, historia musical, intimidad y hermandad no sólo con la tradición, sino con lo que este género ha logrado siempre desde sus inicios: un puente que permite comunicar y entender al otro sin importar el idioma, la raza o la cultura.
El concierto llegó a su fin. De la big band solo quedó el nombre de fondo en el escenario. Luces y altavoces se encendieron para que la gente desalojara el espacio. La magia había terminado y los colores recuperaron sus tonos naturales. En el presente, unos nuevos veinte, Luna era blanca y la ciudad más clara.
Jazz At Lincoln Center Orchestra con Wynton Marsalis
27 de octubre de 2022
Explanada de la Alhóndiga
Fotografía: Leopoldo Smith (cortesía FIC)