No me gustaría estar en el lugar de tus padres, de tus amigos, maestros, de tu equipo deportivo, o compañeros de tus otras actividades porque no aguantaría perderte.
No quiere decir que no me importas, al contrario.
No te conocí, hasta que, en las circunstancias no deseadas, vi una foto tuya en redes, algunos medios de comunicación decían: Un estudiante más, la universidad lamentaba tu partida, tus amigos indignados, y todo el pueblo consternado, con la incógnita de siempre ¿Hasta cuando parará?
Te vi, y fue inevitable acordarme de los que se encontraban en la misma posición que tú, independientemente si era estudiante o no, pensé en todos los que desaparecen, en aquellos que no pudieron despedirse, en los que se van y en los que les obligan a irse.
No entiendo a la vida, a la sociedad.
Un día te levantas temprano a estudiar, a seguir tus sueños, a cumplir tus metas, a ver a tus amigos, a comer lo que te alcanza con lo poco o mucho que traes para tu almuerzo, un almuerzo siempre a prisa por las tareas de la escuela, además de las del hogar y los entrenamientos que tanto te apasionan.
Un día te levantas, quizás estresado por exámenes, los compromisos, por pensar en los sacrificios que implicará estar más tiempo en la escuela que en la casa, por lo que quieras, y de repente te descuidas, ultrajan tus pertenencias y tu vida…
Y aquí estamos de nuevo, un 2 de octubre de 1968, perdón, un 2 de octubre de 2019, una coincidencia triste, que nos RECUERDA que en 51 años, México no ha cambiado
Ayer y hoy marchando por un futuro mejor, por una seguridad que no vemos, por una empatía que no existe, preguntándonos ¿en qué momento nos perdimos y dejamos de ser “libres”, para salir al supermercado, al cine, al parque, a LA ESCUELA? ¿Cuándo acabará la ira, la tristeza, el MIEDO, la angustia?
Hay muchos dudando, otros enojados, algunos muy tristes y otros decepcionados, caminando
por ti, por mi, por los que tampoco están ahora, por los que no queremos que se vayan, por los que no encuentran todavía y por los nuestros que se respiran muy hondo cuando por fin nos ven llegar a casa.
Aquí estamos, más que como una protesta, como un grito desesperado de auxilio, porque hoy fuiste tú y me dueles, sabiendo que pude ser yo.
Me dueles Gabo, como mamá, como alumna, como deportista, como ciudadana, como cualquier otro ser con sueños y anhelos, como hija, amiga, como persona, como todo.
Vi tu nombre y leí el mio; cerré los ojos, me puse en tus zapatos, y sentí ese vacío sofocante en el pecho, porque aunque mi casa de estudios es otra, no me es indiferente.
No nos vamos a esperar a que sean más de 43 para alzar la voz, parece exagerado, sin embargo no lo es, menos cuando se trata de la vida de un ser humano por unas cuantas cosas materiales.
Nos falta Gabo, nos falta Cesar, nos falta Francis, nos falta Ceci, nos falta Arturo, nos falta Humberto y Oscar.
Nos faltan muchos y yo también #QuieroEstudiarSinMiedo #FuerzaLince
¡Juega Alto Gabo! Hasta pronto.