¿Se imagina un karaoke con orquesta, donde todo el coro es el público? Difícil de creer, sobre todo en un mundo donde el silencio es regla básica para el disfrute y el goce de la música. Desafiando todo el protocolo impuesto en pleno Romanticismo, se realizó el segundo concierto en el que se interpretó el Messiah de Handel por el Coro Maestro de Los Ángeles, tal como lo anunciaba la publicidad. No fue hasta que arribé al lugar que me di cuenta de que cantaríamos todo el público, en un coro que seguía las reglas impuestas en las partituras.
La noche fue fascinante, aunque nerviosa, pues no sabía qué esperar. Me refiero a todo. Soy un empedernido fanático de esta obra, que desde mis veintes quise interpretar. No estaba seguro si llevarme mis partituras; no quería verme como un crítico pedante que espera que los solistas, la orquesta o el coro se equivoquen en las especificaciones técnicas. Siempre que escribo intento hacerlo desde las emociones que me provocan, y este texto no será diferente.
Para comenzar, en medio de todo el ambiente navideño, el Coro Maestro celebró un recital al piano de villancicos a los pies del árbol de Navidad instalado en la Plaza del Music Center. Participó su director, Grant Gershon, reconocido por su liderazgo y por la facilidad de mover multitudes al compás de los ritmos. Su dirección me parece agradable, sensata y, sobre todo, muy atinada. Sin lugar a duda, busca romper esa cuarta pared tan marcada en las artes escénicas.
Aunque la noche estaba cálida, se sentía algo de frío, pero nada que un chocolate caliente no pudiera solucionar. Para el concierto del Messiah se dispuso la gran sala de conciertos del Walt Disney Concert Hall, cuya acústica es una gran caja de resonancia que crea una experiencia única. Ahora imagínense todo el público cantando al compás del director. Maravilloso, ¿cierto?
La orquesta estaba conformada por una camerata reducida de músicos: cuerdas, un par de trompetas, percusiones, el clavecín y, sin olvidar, el imponente órgano monumental del recinto, que cuenta con tecnología moderna que le permite tener dos juegos de teclados instalados en el centro del espacio.
El coro estaba compuesto por no más de 20 voces. Los solistas que se dieron cita provenían de academias y escuelas de universidades reconocidas en la región, como la UCLA, representando una gran mezcolanza de culturas que ensalza la variedad de personas de la ciudad de Los Ángeles. Los solistas fueron: Chloé Vaught (soprano), Carmen Edano (mezzosoprano), Edmond Rodríguez (tenor) y Jamal Moore (bajo).
El concierto se abrió de pie, como debe ser, con el Hallelujah, una pieza que resalta por la compleja composición de elementos barrocos. Todo se desarrolló a cuatro voces, con el público cantando: algunos con partituras en mano, otros explorando sus celulares para encontrar el tono y seguir el ritmo, pero todos juntos cantando.
Siguiendo lo marcado en la partitura, el oratorio se abrió con la muy conocida sinfonía que remarca el bajo continuo. Las cuerdas crean figuras misteriosas y constantes que poco a poco se envuelven; primero son libres. Sabes que esa primera parte termina cuando en los altos se comienza un tema clave para el desarrollo de toda la obra. La introducción es un gran gancho para atraer la atención del espectador.
Las arias y recitativos de los solistas que más disfruté:
No puedo dejar de comentar la juventud, colocación de voz y gran intensidad de Edmond Rodríguez. Sus tonos agudos eran desarrollados con una simpleza en su expresión facial, casi sin esfuerzo, reafirmando la experiencia y técnica que ha logrado desarrollar. La pieza que más me impactó fue Ev’ry Valley Shall Be Exalted.
La soprano Chloé Vaught nos deleitó con su gran voz en la pieza Rejoice Greatly, O Daughter of Zion, una obra que exige un manejo perfecto de la técnica del trino barroco. A pesar de ser una pieza muy grave, su ritmo la hace más complicada. Es una de las piezas que más disfruto, y además delata la felicidad de María porque acaba de dar a luz al salvador del mundo.
Un momento único e inolvidable que guardo en mi corazón fue He was despised and rejected of men, una pieza para alto, mezzosoprano o contratenor. Esta tesitura de voz simplemente me inquieta y me encanta. Carmen Edano la desarrolló magistralmente. Es una obra que mezcla el misticismo al encontrarse entre dos piezas corales de gran potencia. En este momento, la pieza delata la pasión de Cristo.
Para las piezas de bajo, que son vastas e importantes en este oratorio, me quedo con The trumpet shall sound. Es una pieza que intercala el tema con la trompeta y habla precisamente de la resurrección de nuestro Señor. Parece una obra triste, pero en realidad es un himno a la alegría de la vida eterna, esa que al morir nos es prometida. Jamal Moore, barítono, tiene una voz privilegiada, de un color exquisito. Su intensidad es necesaria para añadir dramatismo; se disfruta mucho su interpretación.
Para los corales
Aunque todo el mundo esperaría que mi momento favorito fuera el Hallelujah, sí lo fue, pero también quiero destacar dos obras igualmente magníficas que hacen de este oratorio mi favorito en el mundo.
For unto us a child is born es un dueto coral donde todas las voces siguen un mismo tema que se entrelaza en una armonía hermosa. Es la promesa de que viene el salvador, aquel que va a gobernar con justicia, y que viene en forma de hombre. Es una gran pieza, excelente para disfrutar en Navidad.
Para cerrar, nada más glorioso y excitante que el coral Worthy is the Lamb, rematado con un Amén de más de cuatro minutos de duración. Es un cierre indescriptible, con lágrimas de alegría y una sonrisa de asombro.
Este concierto, que esperé mucho tiempo, me llenó, me sorprendió y me hizo creer en el amor, en el salvador y en la grandeza de la humanidad para componer obras de tal magnitud. Como un dato majestuoso que solo abona al carácter divino de esta obra: se dice que fue escrita en solo 28 días, y que su estreno hizo poner de pie a un monarca inglés, incapaz de contener la emoción ante la complejidad y hermosura de esta creación. Todo, para la gloria y disfrute de Dios.