Llegar a un sitio público y que no atiendan como es debido, me molesta.
La señora de turno vespertino que atiende la paquetería en la biblioteca de la ciudad, no me transmite buena vibra.
Las últimas veces que he visitado la biblioteca pasa siempre lo mismo: llego, me mira a través de sus anteojos sin ninguna expresión, no me da las buenas tardes, a pesar de que yo siempre lo hago. No atiende hasta después de diez segundos, se cerciora de que haya anotado mi nombre en la lista correspondiente de visitantes, para después pedirme mis cosas y guardarlas en un espacio asignado con números del uno al veinte.
Las “guarda” como cuando echas la ropa sucia a la lavadora. No pregunta nada y vuelve a su lugar.
Me voy disgustada porque no me dio las buenas tardes y me quedo pensando en que es un saludo importante al momento de atender un sitio al cual llegan muchas personas al día y me pregunto cuántas personas más quedaran molestas porque esa señora no les respondió el saludo.