La otra noche tuve una pesadilla en la que trabaja escribiendo notas para Cultura Colectiva.
Como bien se sabe, los sueños tienen relación con lo que vivimos en la vida real y en mi caso tuvo que ver con una invitación a trabajar que tuve de parte de ellos hace un par de meses, a través de un amigo que ahí labora generando contenido en video.
Fui citado una noche antes a una entrevista de trabajo la tarde siguiente, a la cual llegué temprano.
Mi amigo tuvo pues tiempo de darme un tour por las oficinas, un edificio de tres pisos lleno de escritorios y personas frente a computadoras todo el tiempo, escribiendo notas (o plagiándolas, según dicen muchos), corrigiéndoles el estilo y la ortografía (a cualquiera que leyó algo de esa página y le conté le ha costado creer que tienen un departamento dedicado a eso); pero lo más importante no fueron las instalaciones ni el personal, que obviamente cuesta mucho dinero mantener, sino la fuente de todo ese dinero: el lugar está lleno de pantallas por todos lados en las que se ven en gráficos las estadísticas que se generan de manera exacta y en tiempo real para conocer el número de visitas a las páginas y a sus contenidos, así como el llamado engagement (en este afán tan aspiracional del mexicano de apantallar a los clientes y autosubirse el status diciendo las cosas en inglés, el idioma homogéneo) que es, según lo que pude entender, una medición de si la gente se ha quedado a ver el contenido o ha preferido salirse, y cuánto tiempo ha durado viéndolo. Contenido sencillo y corto, sin mayor profundidad, porque si no es así, nadie se queda a verlo todo.
Es a través de estos números matemáticos sumamente precisos que son capaces de darle 100% de rentabilidad a su empresa, sabiendo exactamente qué es lo que gusta a la audiencia y que no.
El gran problema con esta forma de crear contenidos es que termina actuándose por consigna para clientes como candidatos políticos o instancias de gobierno, que compran los datos para realizar mediciones que los perpetúen en el poder y al mismo tiempo garanticen con el dinero que pagan por esos servicios, servilismo en los contenidos para que no sean críticos o en el mejor de los casos simulen crítica hasta donde sea cómodo.
Así pues, se frivoliza el gran poder que tienen estas patentadas formas de medir y se utilizan sin responsabilidad, porque así como en su momento la televisión forjó la cultura, hábitos y universo de pensamiento del ser humano (revisar el libro Homo Videns de Giovanni Sartori), el internet ahora se usa para dirigir a las masas a un sólo pensamiento común de manera invisible y hasta lúdica para el usuario y el control lo tienen -como siempre- los del dinero y los que quieren obtenerlo de manera hipócrita desde la oscuridad.
A estas formas industriales y en masa de medición no les importa ni el contenido ni la forma ni la calidad ni mucho menos el discurso o la consecuencia moral del mismo, solamente les importa sacar productos lo más rápido y eficiente posible, sin ningún tipo de rigor en su realización o respeto al público y sin pensar en las consecuencias de lo lanzado a la masa.
Esta forma de hacer las cosas homogeneiza el pensamiento para que sea gris porque no se arriesgan a romper moldes o cuestionar formas, algo necesario para que la historia avance democráticamente en el sentido filosófico, artístico, político y social.
Las fuerzas oscuras del internet funcionan así, en apariencia es algo muy ligero, divertido y atractivo, pero son ejecutoras de una suerte de "Fin de la Historia" como Francis Fukuyama le llamó.
En dicha entrevista de trabajo le propuse al empleado de alto nivel que amablemente me atendió la posibilidad de crear un contenido arriesgado, ambicioso, polémico, humorístico y crítico sobre la política mexicana, separado del contenido que hacen para funcionar como el que da credibilidad, porque aunque sus vistas son muchas, sus calificaciones y comentarios son malos. Ofrecí mi eficiencia para trabajar a cambio de poder generar ese proyecto.
Me manifestó que admira a quienes hacen eso y también sueña con hacerlo desde hace tiempo, pero que no puede llevarlo a cabo debido a la dificultad que eso supondría con sus clientes (léase José Antonio Meade del PRI y Margarita Zavala, quienes ya habían sido invitados a entrevistas con ellos y son cuenta.)
Le manifesté que para hablarle a las masas con una herramienta tan poderosa había que ser responsable.
Debo admitir que salí de ahí emocionado por la posibilidad de poder lograrlo.
Nunca me llamaron de vuelta, ni siquiera para avisarme del rechazo.
Olvidé el tema hasta este momento.
Lo recordé porque hace unos días fui a ver la nueva película de Steven Spielberg, Ready Player One.
Compré mi boleto con expectativa debido a las críticas que leí, elogiando la película y a Spielberg por regresar al género de aventuras con la frescura que tenía cuando era un joven director.
Pero lo que vi, más que una película era una obra comercial hecha a modo a la manera de un artículo de Cultura Colectiva(incluso en la película salen unos oficinistas parecidos a ellos, en una oficina bastante similar, lo cual me pareció entre divertido y escalofriante), una película hecha con mediciones de las referencias que gustarían al público, un tipo de historia formuláica con personajes que se sabe que van a funcionar con la demografía y asegurar el éxito económico, pero a fin de cuentas vacía.
Una película entretenida, hecha en serie por estadística, contadores, abogados, animadores, dibujantes y técnicos, sin director, pero si con supervisor y administador. Un producto millonario sin corazón o productividad para el alma o la sociedad.
Además, la película es una apología al enajenamiento, acumulación de capital y vacío espiritual ocasionado por esta manera de controlar a la masa.
Algo que tengo que reconocerle es que es al menos congruente entre lo que es y cómo se hizo y que Spielberg da la cara como responsable, aunque se hubiera agradecido algo de vergüenza por haber usado su talento como director para sacarla adelante.
Estos métodos de brindar entretenimiento son peligrosos porque fomentan la desaparición gradual de la filosofía y el pensamiento crítico.
Esa misma semana también fui a ver una repetición de Batman de 1989 dirigida por Tim Burton.
Pensé que en nuestra era sería difícil ver una película, de aventuras, comercial y franquicia hecha así: tomando riesgos, con una visión autoral, diseñando desde referencias personales, experimentando con el tono y el estilo e incluso con una opinión sobre la sociedad (la decadencia de Ciudad Gótica y la ambición que el Guasón aprovecha para envenenarlos, literalmente utilizando los productos de belleza que la gente compra en los supermercados y el dinero como carnada para atraerlos a una trampa mortal).
Es deber del arte tener una postura firme contra la homogeneización de la imagen.
Al arte nunca lo debe infiltrar la estadística, el neoliberalismo y lo utilitario.
A la cultura nunca la debe de infiltrar la estadística.
Porque entonces deja de ser "cultura", es manipulación; y es un atrevimiento irresponsable e igualmente frívolo llamarle así a lo que se genera en torno a la estadística.
Uso como ejemplo Batman, porque me parece que el joven Tim Burton entendió muy bien, en su contexto, cómo establecer una media entre el entretenimiento comercial y una búsqueda, con respeto al público.
Algo que nosotros no debemos echar en saco roto, o si no, seremos parte de la irresponsable homogeneización de la imagen y los "contenidos" (lo que sea que esa palabra signifique).
Y de esa pesadilla será difícil despertar.