Las sobras, lo robado y lo apartado Entrevista a Lizeth González Zárate Por Ricardo Yepez

Una cosa es la asignación de cargos con base en el mérito individual, otra muy distinta es la consolidación de una nueva clase social, de una élite inexpugnable y arrogante que considera que merece todos los privilegios. Michael Young.

La fórmula trillada de «perseguir tus sueños y abrazar lo que te apasiona» es una realidad de pocos, aceptémoslo estoicamente. La mayoría de los desclasados en este país del tercer mundo «en cuarta transformación», en la periferia de la sociedad digital, no tenemos más tiempo que el que nos queda después de nuestras obligaciones laborales que contrajimos para no morir de hambre; el que le robamos a nuestro descanso y esparcimiento o el que apartamos en abonos chiquitos de cotidianidad. Sí esto es así para aquellas personas con objetivos mundanos como encontrar otras formas de ingresos para lograr llenar la canasta básica. Lo anterior resulta en una lucha más violenta para quienes van con la existencia rota tratando de encontrar alivio en la cultura, el arte o la filosofía.

Desclasados con aspiraciones burguesas

Los desclasados no existen para el gobierno, las políticas públicas no los consideran, pues al no ser contribuyentes cautivos, para el gobernador y el presidente lo mismo da si se mueren o desaparecen. Un desclasado que busca su suerte en las letras, las artes, la filosofía o la cultura tiene un camino más pedregoso y en la mayoría de los casos un destino funesto. O te mueres de hambre o matas tu espíritu y sometes el cuerpo al sistema de sobreproducción de mercancías.

Escribo esto desde mi teléfono móvil con el resentimiento de no recibir por mi «contenido» una milésima parte que otras personas mejor dotadas físicamente pueden generar en 15 minutos de exponer sus atributos en alguna red social. Pero no deseo dejar mi «circunstancia» como testimonio fehaciente de que yo no entro en el espíritu universal porque ni la ubicación geográfica tengo para que algo de lo que diga pueda ser considerado como general. Así que una noche de esta semana platiqué con una amiga a distancia sobre su concepción de precariedad y perseverancia en nuestro México querido.

«Acompáñenme a ver esta triste historia».

Lizeth González Zárate es una artista plástica de la Universidad de Guanajuato residente de San Miguel Allende, donde trabaja como creadora en un oficio afín a su desarrollo académico.

E: En estos días he estado leyendo The Rise of Meritocracy, de Michael Young, fue quien acuñó la palabra y el concepto ya con su lado irónico de meritocracia. Es una novela realizada a manera de estudio sociológico en donde el narrador-científico habla sobre el nacimiento, el apogeo y finalmente la caída en el 2033 de la meritocracia. El autor ya hacía la distinción entre lo que era mérito individual y los privilegios de clase o familia heredados, lo cual crea un piso disparejo o una competencia desleal para quienes no gozan de dichos privilegios. En este sentido me gustaría hacer las preguntas para que evalúes si estás en ventaja o desvalida en cuanto a otros colegas tuyos.

L: Me parece perfecto, aunque creo que puedo decir por adelantado que ya me llevan la delantera.

E: ¿Cuántas horas a la semana dedicas a crear tus propias piezas?

L: Unas 8 horas a lo máximo, porque siempre hay cosas que hacer, y antes era mucho menos tiempo.

E: ¿Has identificado actividades que te ayudan a crear, cuánto tiempo les dedicas?

L: Sí, salgo a caminar y me reúno con personas con quiénes tengo alguna afinidad, eso lleva calma a mí espíritu y puedo seguir creando, y creo que le dedico unas 15 horas a ello.

E: Durante el último mes ¿con cuántas personas de tu medio has tratado (otros artistas, curadores, aficionados)?

L: Sí, como gente que le pueda dar proyección a mí carrera, no. Sólo algunos en realidad, no ayuda que sea un poco introvertida. Dos o tres personas solamente.

E: Hablando solamente de la variable geográfica, ¿cómo consideras que vivir en San Miguel de Allende afecte a tu carrera?

L: No encajo en la «comunidad artística» local. Son artistas que no admiten que su técnica o sus temas sean cuestionados. Sí afecta de manera negativa porque no se puede sacar tu trabajo como artista. Los extranjeros de mayor edad son los únicos abiertos o comprensivos a escuchar tu propuesta.

E: Nos guste aceptarlo o no, los grupos con quiénes convivimos son de los más o menos privilegiados en nuestra sociedad, pudieron sacar un estudio superior, pero aun así muy pocos están dispuestos actualmente a comprar arte, ¿consideras tú qué en un futuro la clase media y la clase baja se puedan convertir en mercados de arte, independientes de otros mercados actuales?

L: Sí, aún muchas personas no conciben que el arte como posible parte de su vida diaria, pero sí creo que en un futuro pueda consolidarse.

Al igual que Lizeth González, varios artistas plásticos, escénicos o literarios, los afortunados, trabajan en trabajos afines a su formación o en áreas de gestión cultural o docencia; pero ello no implica que tienen los medios para desarrollar su técnica, su oficio o siquiera sus habilidades.

Vivimos inmersos en la línea de sobreproducción de mercancías, culturales tal vez, pero en una sobreproducción que agota mentalmente al involucrado y lo deja exhausto mentalmente para incluso desarrollarse durante su tiempo libre. A cambio del agotamiento espiritual se recibe un salario que apenas alcanza para subsistir, mucho menos da para adquirir materiales, libros, cursos o diplomados para seguir en formación permanente.

Seamos honestos, los salarios no fueron la razón para enfocar nuestra energía vital en ocupaciones que en otro tiempo fueron de goce exclusivo de los potentados económicos o de sus hijos, sino que fue la promesa de salir de nuestra «circunstancia» y alcanzar el «espíritu universal». Sin embargo, nunca estuvimos dispuestos a abrazar la carencia económica al grado de impedir desarrollar las habilidades que buscábamos ejercitar.

 

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