Lección 4 por Justes

0.

El cada vez menos leído Amado Nervo tenía razón: “oremos por las nuevas generaciones porque con ellas nos hundiremos en la noche”.

1.

Todos los museos son refugio de la belleza.

La larga noche de los museos, más conocida como Noche de los Museos, es una iniciativa que se tomó por primera vez en Berlín en 1997. De ahí comenzó a expandirse de todo el mundo hasta parecer una tradición bastante más antigua. Nadie parece haberse dado cuenta de que en realidad los cuadros se ven bajo la misma luz, sea de día o de noche. Cambia, sin embargo, el modo de verlos. Pasar de la noche a la belleza. Mejor dicho, sorprenderse de la belleza en la noche otorga a la visión una cualidad diferente.

Sentarse en un  mismo lugar, en una de esas mesas que algunas cafeterías colocan sobre la calle, es diferente según sea la mañana, la tarde o la noche. Imagínate que estás ahí sentado, probando el primer café o la primera cerveza del día. En la mañana los pocos destellos parecen, incluso en fin de semana, pasar apresurados, como para llegar a una obligación o al descanso. En la tarde, los brillos de ciertas pieles parecen detenerse, lentos como cae el día en primavera.

Es en la noche, sin embargo, cuando la belleza, arreglada pasa aún más lenta y se detiene. “Pero tú y yo sabemos, (…) / cuando el deseo es como una cálida azucena / que se ofrece a todo cuerpo hermoso que fluya a nuestro lado, / cuánto vale una noche como ésta, indecisa”, escribió Cernuda.

2.

Y cuando la belleza se detiene es para calmar su sed.

Hay algo, por más descarapelada que esté la pared o por más horrible que sea la clientela, de romántico  en cualquier lugar que pueda ofrecer un par de metros para compartir una bebida. Desde esos viejos bares de hoteles decadentes en que el mesero siempre es más anciano, y servicial, que cualquiera de los clientes a un lugar de paredes descarapeladas y con fotografías que el tiempo va desprendiendo de su lugar. De una de esas terrazas, abiertas siempre a la noche y elevadas, a una sala blanca como un áshram.

Las películas, sin embargo, nos han enseñado, y engañado, con que el lugar más romántico para compartir una bebida, vino tinto, de preferencia debe ser uno iluminado por velas. Nos han enseñado, pero no engañado.

A la luz de las velas las pupilas, acostumbradas a la luz diurna, deben abrirse más y es en esa apertura del ojo cuando la belleza pasa, o puede pasar, de pronto, a ser amor.

3.

Todas las citas amorosas son nocturnas.

PD

"Ven, muerte, tan escondida que no te sienta venir, porque el placer de morir no me vuelva a dar la vida". Tuve que buscar la cita exacta de Santa Teresa. Mi memoria la había confundido. "Ven, noche, tan escondida que no te sienta venir, porque el placer de morir no me vuelva a dar la vida". Tal vez la belleza, el amor y el sexo no sean sino cambios de nombre. Siempre nocturnos. Nocturnos y pandémicos y celestes.

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