Luz sonora: el cuerpo de la música por Joan Carel

Cortesía FIC

Cuando Claudia Lavista habla sobre el homenaje dancístico que deseó ofrecer a su padre, Mario Lavista, uno de los compositores mexicanos contemporáneos más importantes fallecido hace un año, lo presenta como un poema contemplativo donde la música adquiere un cuerpo visual. Y en efecto, desde el comienzo, el espectáculo exige una atención total y se apodera de los sentidos.

Con interludios en la propia voz de Mario Lavista en los que plantea su poética y sus disertaciones en cuanto a la música, el arte y la vida, se desarrolló Luz sonora, en donde doce bailarines materializaron las composiciones Sinfonías, Música para mi vecino, Reflejos de la noche y Toque de silencio, con coreografías de Raúl Tamez, Víctor Manuel Ruiz, Melva Olivas y Claudia Lavista respectivamente. La iluminación, diseñada por Víctor Manuel Ruiz, tuvo un papel fundamental para la conformación de la obra poética, junto con la ejecución de los artistas del Centro de Producción de Danza Contemporánea, acordes con el misterio presente en la música de Lavista, que en imagen se configuró más de una vez como una travesía por las sombras.

En los testimonios propios y de los allegados al compositor, suele mencionarse la relación intrínseca que existe en su obra con la danza. Su voz, con resonancia por todo el recinto, citó a Álvaro Mutis: “toda la música es una forma de danza”, rasgo que ejemplificó al comparar el aleteo de un colibrí con el sonido de una cuerda de violín. En otro momento añadió: “aunque puede existir la danza sin música, es esta la que la dota de ánima”. Así, la música fue la protagonista, desde el principio hasta el fin, ejecutada por el Cuarteto Luz Sonora al centro y detrás de una pantalla circular traslúcida.

Quizá, el momento más emotivo ocurrió al final con el solo del flautista Alejandro Escuer, pues, durante el transcurso de la función, Lavista enunció que, para él, este instrumento de viento tiene un alma dentro de sí, voces intentando salir, y defendió la importancia de seguir la intuición, tanto por el compositor como por el intérprete. En la ejecución de Escuer, la flauta, con una serie de aspiraciones y exhalaciones, manifestó estar viva y el soplo fungió como un recordatorio de ese estado, un rastreo simultáneo a la danza de los troncos y las ramas secas no inertes en el movimiento de los bailarines.

La flauta, a cargo de Horacio Franco, es también guía en la Ofrenda, videodanza homónima a la composición, donde Claudia Lavista, teniendo como epígrafe un poema de José Emilio Pacheco (“Retorno a Sísifo”), perpetúa trasladando amorosa y simbólicamente el legado de su progenitor.

Para quien presenció el espectáculo sin ningún referente previo ni contexto, es suficiente saber que todos las disciplinas y los artistas en escena son una muestra del arte mexicano contemporáneo. La mera contemplación generó un goce absoluto, una sensación de orgullo auténtico e inspiración.

 

Luz sonora. Celebrando a Mario Lavista
20 y 21 de octubre de 2022
Teatro Juárez

Fotografía: Carlos Alvar (cortesía FIC)

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