Manual para el divorcio por Miguel Toral

Entienda lector que el primer paso para este instructivo, es haber estado casado alguna vez. Un par de días, cinco años, tres meses o unas cuantas horas sirven para que tenga la calidad de esposo en matrimonio kamikaze. Comprenda usted que esta no es una guía legal y mucho menos sentimentalista que le ayudará a sobrevivir el exilio del que alguna vez creyó su igual, es más una molestia que usted siga leyendo, intentando buscar otra cosa que no sea divertimento.

Por añadidura diremos que el matrimonio es el acto más acompañado que la soledad reclama. Usted, nuestro kamikaze ahora se encuentra diletante. Impávido y ante un abanico de posibilidades, atrás quedaron los gritos asfixiados, las peleas matutinas o las borracheras extremas que se tenían que aguantar. Pétalos todos de una mecánica humana y precisa, la de joder.  Ya sea en el caso mesiánico y mártir o en la tiranía absoluta usted no está solo. Le acompañan en las maletas los discos comprados en los botaderos, las mesitas de noche, una lámpara o dos, un televisor, unas cuantas ollas de peltre, libros y deudas a repartir. No recuerde por nada del mundo el tono de su voz, no encare a su atacante u ofendido. No busque bajo ninguna circunstancia citarse en un starbucks para hablar y repartir sus fotos del viaje a la playa. En caso de que lo haya hecho y de que por supuesto su machiato, latte, venti haya sido un pretexto redundante para terminar riéndose; recuerde no mirarse a los ojos, no tomarse de la mano ni decirse quedamente como plegaria ‘te extraño mucho’. Puede haber un silencio largo y pronunciado. Equipárelo en ese momento con el humano de junto, vea que sus piernas son largas y pronunciadas, descubra a lo lejos un escote pronunciado, una barba larga, unos ojos azules que le sirvan de escape, algún modo para salir de esa instantánea que su pareja recordará como el momento perfecto en el que ya usted estaba tendido.

Una vez afrontado que no lo extrañan, dé por hecho que la anécdota será mofa por algún tiempo. No se preocupe, en casa los papeleos le ayudarán reforzar ese odio.

Recuerde al azar alguna discusión, problema de dinero o simplemente las personalidades múltiples. Ahora respire. Se afronta de a poco a la estigmatizada figura nada retórica de seguir. Una vez de por hecho que lo hará, acostúmbrese a ser silencio, a ser despacio y sin prisa. No adelante ningún reloj y mucho menos los detenga. Sea a la par del mar un choque constante. No confíe a menos que valga la pena. Llore por momentos y en caso de ser hembra deje llegar a usted algún halago o abrazo de desconocido. Por el contrario de ser varón, manténgase en silencio, estoico como un peñasco en el que nada sucede.

Repita este punto varias veces. Odie seguir adelante y odie mas no querer quedarse igual. No busque la compañía de objetos que amueblaron su casa, no busque colgar las fotos de boda en el rincón más oscuro. Borre de sus contactos los números telefónicos y agregue los de emergencia. Bloquee de su facebook, twitter y cualquier red a la persona en cuestión, si es imposible y los une un ethernet más poderoso limítese a la cortesía. A los likes de comodidad sin pretender ser respuesta ni FAV de situaciones. No persiga su perfil de tinder.

Permítase llegado el tiempo, llorar como un crío. Deshidratarse por completo y contar lo que ocurre. Caiga en cuenta del fracaso pero sobre todo de la velocidad con la que los eternos y sus tiempos viajan.  Vea, vea mucho. Porque a partir de este punto sus ojos cobrarán un poder para diferenciar lo realmente valioso, lo obsceno y lo que no tiene futuro.

Tarde aproximadamente cuarenta minutos en la ducha un miércoles cualquiera, vístase despacio y ponga buena cara. Llegue con elegancia cinco minutos tarde a la firma de los papeles. Haga un cumplido y no intente coronarlo con pasado. ‘Que bien te ves’ suena mejor a ‘Que bien te ha sentado este tiempo sin mí’.

Permita que el silencio incómodo habite ese lugar.

No diga nada.

Tome el bolígrafo y signe de manera fuerte y decidida.

Coma esa tarde en un restaurante caro, no mire la cuenta.

Vaya a la cama temprano sin percatarse que el universo es más amplio, lejano u oscuro.

No escuche respiraciones, no se masturbe.

Regrese al punto tres en sus sueños y deshaga todo nuevamente.

Vea a la mañana siguiente el diario matutino, tíñase el pelo, deje de usar tenis, cómprese un sujetador y vea que es abril y no marzo.

En el caso extremo de que al citarse en el café le conteste la otra persona que también lo extraña, olvide todo lo demás y quédese abandonado en la intriga.

 

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