Hacemos promesas para sentirnos más allá del tiempo, para permanecer en otros corazones. Uno no puede marcharse teniendo promesas por cumplir.
Eso explica a los fantasmas. El llanto de los fantasmas.
Nos prometemos que algún día seremos alguien importante para nunca irnos.
Así marchan los hombres del mañana.
Todavía crees que el sol saldrá mañana, madre, todavía crees que tenemos futuro.
No sabes que también el futuro se acaba. Hay niños que ya no sueñan con ser grandes.
¿No sabes, madre? El futuro tiene se parece a Dios por la barba blanca, las sandalias, los abdominales perfectos y la piel de oro. Ignoras que el futuro es un rito a lo que no somos. Hablamos con Dios como hablamos con el futuro.
Dios proveerá.
El futuro como una catedral apunta al cielo, piedra con piedra izada, tierra con tierra, las catedrales no alcanzarán nunca el cielo. La tierra pesa, jala hacia abajo, donde dicen que está el infierno. Inválida. La catedral tiene la fe amputada. Tenemos brazos tan cortos, madre, que parecen las torres de una catedral cuando un abrazo no alcanza a decir todo el amor guardado.
No nos alcanza la vida para llegar al futuro. Para ver el rostro de Dios y contarlo, nos falta vida.
De grande quería ser astronauta.
―Mejor un doctor.
―No me gusta la sangre, mamá, me gustan las estrellas.
Primero llegué a ser grande que a otros planetas.
Me siento en el sofá con una cerveza en la mano. El alcohol es para los mayores, decía mamá. Me quito los zapatos, estiro los huesos, estiro el tiempo de mis huesos. La edad se nota cuando cruje.
Enciendo la televisión para matar el tiempo un rato antes de dormir.
Para matar el tiempo no se necesita un revólver, basta con hacer planes a futuro: una carrera, tener hijos, sembrar un árbol, tomar clases de jardinería. Cada quien sabe su forma de matar el tiempo, unos aprenden a tejer, otros hacen una familia.
A mi padre le bastó con una honda para matar el tiempo.
Matar el tiempo viendo un programa de deportes.
Tejer.
Urdir al hombre que seré mañana.
Mañana terminaré este libro de poemas, mañana que salga el sol.
Mañana será otro día, mañana habrá otro en el espejo. Otro río.
No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy, no dejes para mañana el amor.
No hay mañana.
―No dejes de visitar a tu madre, hijo.
―Sí, papá.
Para matar el tiempo reza, come, duerme, toma el autobús a la escuela, trabaja cuando otros duermen, mira el reloj a cada minuto, cada minuto será un minuto menos para volver a la cama, verás qué hermoso es el tiempo, qué tardío cuando esperamos el amor. Mirar que el tiempo como el río, es otro, el tiempo como el río se ha llevado los ojos de mamá.
―Los niños de estos tiempos son otros, ya no los hacen como antes…
La plancha de mamá no puede desarrugar el tiempo enraizado a su piel; volverla joven de pronto. Mamá no puede plancharse la piel y regresar el tiempo como cuando no tenía hijos y soñaba, soñaba.
El tiempo nunca llega a ser algo que puedas tocar. Papá es el tiempo. Mamá dijo.
―El tiempo es un nini, no tiene futuro.
Para matar el tiempo basta con enterrar a la abuela, ir a casa, servir la cena y hacer más hijos. Hacer el amor. Hacer un rito a la luz con la luz apagada.
La abuela se fue.
El abuelo se fue.
Renuncio a los altares de muerto. Qué necedad la de aprisionar a los muertos en nuestro corazón, si por algo están muertos, para nunca más estar enjaulados en promesas.
Renuncio al tiempo.
Los veranos se acaban, ya no hay fiestas de cumpleaños: solo números.
Se acaba mi madre y no hay provisiones. No hay madres enlatadas: el futuro que nos prometieron fue una mentira. No hay ciencia que devuelva a la madre, no hay razón que regrese al vientre de la madre para morir plácido, guarecido en tumba de carne materna.
No hay abrazos en cápsulas.
No hay hogares en tetrapack.
Nos engañaron, todo fue una mentira.
Díganme cómo los viajes a marte son parte del progreso, pero no las madres portátiles. Morel nos engañó, no puedo retratar a mi madre en el sofá, viendo la televisión, aconsejándome sobre cómo regar sus plantas cuando ya no esté.
No hay madres hologramas.
No hay madres enlatadas que se puedan comer en el sótano mientras afuera caen las bombas nucleares.
Afuera el uranio calcina los jardines. La estela de luces moradas y rojas, la radioactividad nos dice que el futuro ha llegado. El futuro es un botón rojo que hace clic y desaparecen veinte ciudades. El futuro arderá, el mañana será un incendio que podremos ver en pay per view.
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Aldo Barucq
Aguascalientes, Ags.
Lic. en Filosofía por la Universidad Autónoma de Aguascalientes. Ganador del Premio
Interuniversitario de Creación Literaria “Felipe San José González” en categoría Cuento
(2017). Ganador del Concurso Estatal de Ensayo José Guadalupe Posada por INJUVA
(2013). Becario del Festival Cultural Interfaz 2018 por parte del ISSSTE en categoría
“Literatura” en Guanajuato. Participante del Primer y Segundo Encuentro de Narradores de
Aguascalientes organizados por el Instituto Municipal Aguascalentense para la Cultura.
Docente de Filosofía y Literatura. Le tiene envidia a Borges.